Confuso panorama electoral

Cuando falta poco más de un año para las elecciones presidenciales, la indecisión o la apatía identifican a la mayoría de ciudadanos que aún no encuentran motivación política que los entusiasme y apasione, como ha sucedido en otros tiempos. Las encuestas de opinión que se hicieron hace varios meses, consultaron sobre posibles postulantes que, definitivamente, no participarán en la contienda. Al tablero electoral le faltan piezas que nadie sabe dónde están. El deterioro del oficialismo puede agravarse por las privaciones y sacrificios que impone la crisis y este factor seguramente incidirá en los cálculos y decisiones políticas.

El anuncio público de dos candidaturas del sector de la oposición no completa un esquema electoral que puede modificarse en forma insospechada, conforme se intensifique el desgaste del régimen gobernante y se defina al candidato. Las reacciones sociales que se pueden suscitar como consecuencia de la variedad de problemas que nos afectan, posiblemente motivarán cambios radicales en las preferencias ciudadanas. Si no se producen milagros creativos, menguará la confianza en los liderazgos responsables de la compleja situación que aflige a la población en todos sus niveles.

El presidente ha sabido mantener por más de ocho años la iniciativa política, confrontando y agrediendo desde las sabatinas a quienes ha considerado sus adversarios o críticos de sus soberanas decisiones. Siempre a la ofensiva, con respaldo de todos los resortes del poder, ha mantenido a la oposición dividida y a la defensiva, practicando la estrategia de impulsar medidas que afectan especialmente a parcialidades o sectores determinados de la colectividad. Esa estrategia ya no tiene validez, cuando miles de ciudadanos han perdido el trabajo, la incertidumbre agobia al empresario, el Fisco no cumple con sus obligaciones y no hay país ni organismo internacional que nos auxilie en el orden financiero. Difícil para el temperamento del mandatario. Precisamente en el año preelectoral le tocará asumir actitudes defensivas o conciliadoras para prolongar la paciencia de los acreedores.

La seguridad que aparenta el presidente del triunfo de su candidato, sea cual fuera, quizá pretende disimular indecisiones o desavenencias internas. La sorpresiva campaña de promoción del vicepresidente Glas despierta muchas inquietudes e interrogantes que, cuando se despejen, podrían replantear el confuso panorama electoral.