
El mismo clamor para nuevas autoridades: “Necesitamos agua potable y alcantarillado”
Se renovaron cargos en la Prefectura y en la Alcaldía del cantón.
Lunes, 25 de marzo. Amanece en Esmeraldas capital. El cielo empalidece. La lluvia silenció los gritos, a las cuatro de la madrugada, del festejo electoral. “Ella es, ella es, ella es”, repetían cientos de voces. De fondo, en el centro de la ciudad, sonaba salsa, merengue... Celebraban el triunfo de Roberta Zambrano, candidata a la prefectura de la provincia... Horas más tarde solo se escucha el sonido de las gotas de agua chocando con el pavimento. O más bien, con los charcos que se han formado. Hay resaca electoral.
Son las ocho de la mañana. A esta hora caminar sin paraguas y botas de caucho por las calles es casi imposible. Hay lodo y basura. Y desperdicios que dejaron las elecciones del domingo. Sin embargo, empieza la jornada. Muchos, no todos, ya saben quién será, desde mayo, su nueva alcaldesa. Lucía Sosa, de Unidad Popular. Con el 83,20 % de actas escrutadas, la candidata se impuso con el 45,24 % de votos. Dejó atrás a Lenin Lara, actual alcalde del cantón y quien deberá dejar el sillón.
Se siente la humedad. Hace calor y sigue lloviendo. Así es la Provincia Verde, frontera en el lado norte con Colombia. Una tierra llana, con abundante vegetación y turismo. Camarón, banano, cacao... Y más. Pero uno de los tantos problemas que tiene empaña su belleza. Lo dicen todos los habitantes, aquí y allá. En San Lorenzo, en Muisne, en Atacames, incluso en la misma Esmeraldas. “Falta el agua potable”. Y en la frase incluyen: “Falta alcantarillado”. Lo básico.
Los candidatos (algunos ya electos) lo saben perfectamente. Por eso durante las campañas ofrecieron dotar de servicios básicos a los cantones. El discurso prometido, lo que les llevaría a la cima. ¿Y? La alcaldesa virtual de Esmeraldas, Sosa, dijo en una propaganda que dotará de agua potable a los ciudadanos porque “se han invertido más de 200 millones de dólares y hasta la vez podemos tener el agua en casa”. Lo confirma Carmen Banguera, desde la Isla Piedad.
El barrio es así: calles angostas, casas de bloque y tanques vacíos. “De agua potable... ufff, ni hablar. Llega dos veces a la semana. Cuando no llega, nadie cocina”, responde Carmen, parada afuera de su vivienda bajo la lluvia y con un bastón de metal. Su testimonio hace rechinar los oídos. Suena tan normal, pero no lo es. Esmeraldas, como una gran capital de provincia, no está a la altura. Y muchos candidatos decían que querían modernizarla. ¿Cómo? Si aún no tiene lo que el pueblo necesita: agua limpia, agua para beber, agua para alimentarse.
Aun así, Carmen se muestra optimista. Confía en Sosa. Dice que ella ayudó en los campos cuando fue prefecta y que, seguramente, hará obras al frente de la ciudad. En cambio Wilson Lañón es un poco más escéptico. Este pescador, de piel oscura y manos gruesas y callosas, cuenta sentado desde el muelle de Isla Piedad que su Esmeraldas está “olvidada”. No cree en lo que dicen los políticos. Piensa que a esta tierra le explotan: madera, pesca, cacao. Pero, asegura, ellos no reciben nada.
En el cantón Muisne el panorama es el mismo. Pero hoy no llueve. Hay un puente que atraviesa el río Esmeraldas y que sirve solo para tricimotos y peatones. Fue construido en el gobierno anterior. Puede ser un atractivo turístico. Pero, ¿su utilidad? Algunos habitantes la ponen en tela de duda.
En este cantón de 23.530 electores hubo 14 candidatos, 1.680 habitantes por aspirante. Y el ganador de la alcaldía fue el exalcalde Tairon Quintero. Ya lo conocen. Dicen que ya tiene experiencia. Descansan en esa —no sólida— esperanza. Con el 100 % de actas escrutadas, ganó con un 22,22 % a Yuri Jessica Colorado (17,60 %).
En este pueblo, de avenidas asfaltadas pero cubiertas de tierra, también se muestran optimistas. Con 83 años y ojos profundos, don Francisco López observa desde una esquina el paso de la gente. Vende grosellas encurtidas y chicles y tabacos y galletas. Desde su silla sentencia: “Aquí falta un alcalde que haga obras”. ¿Qué se necesita?, le preguntamos. ¡De todo!, responde, así, sin titubear.
Y se repite el clamor: agua potable. Coincidencia o no, un camión cargado con un tanque pasa frente a él. “Ahí va —dice— el manaba. Es el que reparte el agua dulce; dos dólares el tanque azul”, espeta. La gente, sin remedio, debe acceder a esa agua. A los pobladores, como Ángel Vega, no les queda más que pagar o extraer el agua de pozos: “Solo para bañarse, aunque después pica”, dice. El líquido es amarillo. No miente.
Muisne, azotada por el terremoto en 2016, aún conserva algunas construcciones dañadas. San Lorenzo, golpeada por el narcoterrorismo en el último año, aún mantiene la vigilancia y la alerta... Es la provincia “olvidada”. El reto de las autoridades.
El turismo, un salvavidas
Turística por excelencia, la provincia de Esmeraldas tiene unas bellas playas. Cada feriado asisten miles de personas. Entre las más concurridas están Atacames y Tonsupa. En la primera, por ejemplo, los comerciantes dicen que en los últimos diez años ha bajado el número de visitas. ¿Por qué? Algunos culpan a la economía. Otros dicen que por la poca publicidad que se difunde de estos sectores turísticos. También hay quienes sostienen que la inseguridad ha hecho que las personas opten por otros sitios.
“Sí, por los ataques del último año ya no vienen”, responde un hombre bajito que atiende en un restaurante desde donde sale un intenso olor a camotillo, cuando le preguntamos sobre la situación actual del turismo. Las calles están vacías. Quizás se deba a que es lunes y hay resaca electoral. Quizás el fin de semana haya más movimiento. Lo cierto es que pese a todo lo malo: “sin agua potable, sin alcantarillado, con basura, la inseguridad”, las playas siguen siendo un ‘salvavidas’ para la Provincia Verde. Un imán para la gente del Ecuador.