Desolación. El ambiente que se percibe en la gráfica es el más común: las calles vacías, pasadas las 20:00.

En la ciudadela Guayacanes se incrementa la cifra de delitos

En comparación al 2018, estos han aumentado en un 54,9 %. El robo a personas es el más común. Como efecto, algunas calles permanecen desoladas.

Solo la semana pasada en la manzana 22 de la ciudadela Guayacanes, ubicada en el norte de la urbe, se registraron tres robos. Uno en moto, otro en auto; ambos contra dos residentes (uno de ellos, una adulta mayor), a quienes les arrebataron el celular en cuestión de segundos, por la mañana. Y el tercero, ocurrido por la madrugada y que nadie vio, dejó como saldo un auto sin memoria.

“Estos son los hechos que se están dando a diario. Estamos fregados, ya ni las alarmas o vivir encerrados sirve”, piensa Orlando Benavides, morador de ese sector, quien se salvó -asegura- de que dos hombres ingresen a su vivienda el mes pasado. “Los vi intentando treparse la cerca. Si no fuera porque grité, el cuento sería otro”.

Las cifras de la policía corroboran la situación. Y más aún, que los delitos son mayores a los del año pasado. En el circuito Guayacanes, integrado por las cinco etapas que conforman el barrio y el parque Samanes (al que se extiende la cobertura), entre enero y junio de este año se refleja un incremento del 54,9 % en comparación al mismo periodo del 2018. En promedia, 79 actos delictivos más.

El robo a personas es el más común: 57 casos el año pasado y 106 este; seguido del robo a vehículos, cuya cifra se duplicó; y de motos, que pasó de 3 a 8 casos.

“Ahora no podemos estar tranquilos ni siquiera cuando vamos a la iglesia y dejamos el auto estacionado fuera de ella”, lamenta Agustina Leng, de la quinta etapa, quien para evitar que se lo lleven ha comprado un bastón antirrobo que se coloca en el volante con el fin de impedir el giro de este en cualquier dirección.

La noche del martes anterior, EXPRESO hizo un recorrido por el vecindario para conocer cuál es la percepción de sus habitantes respecto a las estadísticas. Y además de verificar que al pie de la iglesia San Juan Apóstol, en el 11° callejón 20 A, a escasos metros de una Unidad de Policía Comunitaria (UPC), de nueve carros, tres tenían este tipo de seguridad; constató que son pocos los que se atreven a salir de casa pasadas las 20:00.

Las calles permanecen desoladas, al igual que los parques y los negocios. Solo se salvan los locales que están levantados en la avenida Isidro Ayora y a lo largo de la calle 20 B en la cuarta etapa, donde por la cantidad de clientes que los visitan y la afluencia de peatones, los delitos son menores.

Allí, explica el capitán Jorge Luis Piedra, jefe del circuito Guayacanes, no se reportan problemas porque la comunidad se ha apoderado ya del espacio público. El conflicto está en las zonas donde no hay circulación de personas, que son (a causa de la misma inseguridad) la mayoría de arterias, entre ellas las que colindan con el canal de aguas lluvias, cerca de la quinta etapa.

“Antes todo era tan sano y ahora uno no puede escuchar las motos ni ver a unos muchachos caminando porque crees que te van a robar. Hay tanta desconfianza, incluso paranoia”, reconoce la moradora Lourdes Ortiz, quien vive en el vecindario desde hace 25 años y hace un llamado a la policía a que incremente las rondas y el número de agentes en su circuito, especialmente los sábados, que es cuando más atracos se dan, a decir del informe. Del total en lo que va del año (223), 40 se han cometido ese día, generalmente entre las 22:00 y 22:59.

Al respecto Piedra, quien defiende el hecho de contar con el personal suficiente (7 oficiales y 74 agentes), asegura que se está reforzando el patrullaje con las 10 motos que hace poco les dieron y la implementación de parqueaderos seguros en áreas que puedan ser monitoreadas por ellos.

“Además estamos haciendo hincapié en que no se deben dejar más los vehículos en plena calle toda la noche, más aún si nada o nadie que los resguarde. Sería también recomendable que exista más unidad, incluso para solicitar que se coloquen cámaras de videovigilancia o puertas en determinadas avenidas. Trabajando unidos pueden darse cambios radicales, pero necesitamos del soporte de todos. No podemos tener un policía en cada esquina. Es imposible”, advirtió.

Sobre el tema, Mirella Santos, de la segunda etapa, piensa que más entidades deberían intervenir. “La Gobernación, el Municipio deberían crear nuevas estrategias. No hay que esperar a que la situación empeore. No hay que permitir que el barrio quede abandonado”.

Voces

Wilson Briceño, dueño de un negocio en la segunda etapa

En el barrio hace falta más control policial. Solo eso nos ayudará a que la gente salga más y durante todo el día. Solo nuestra presencia alejará al delincuente.

Roger Navas, visitante

Para reducir la inseguridad hay que resguardar más el barrio. Hacen falta patrullajes, batidas y recuperar los parques, que son tantos y por miedo al ladrón no son utilizados.