Ciudadanos para tiempos de cambios

La semana pasada, en su conferencia en la UEES a propósito de la segunda edición del libro ¿Otro año de vacas flacas? Perspectivas y balance de la última década, escrito en colaboración con Pablo Arosemena, Pablo Lucio Paredes insistió en la necesidad de ser ciudadano, de la responsabilidad de asumir la libertad como propia sin que se requiera de un Estado regulador y omnipresente. En un ejemplo impecable, Pablo Lucio mostró cómo en el desorden del tráfico en nuestras ciudades, se advierte la abdicación de los individuos a no ejercer ninguna responsabilidad en temas que les competen personalmente, sino solamente a dejar pasivamente en manos de los aparatos burocráticos del Estado la resolución de sus problemas.

Precisamente, una de las justificaciones del gobierno anterior para imponer su regulación excesiva y su drástico control de las actividades sociales fue en el fondo la tesis de que los ciudadanos utilizan mal su libertad y que el Estado es la única instancia que tiene que asumir obligatoriamente el papel de juez permanente. Y los ciudadanos por su parte le han dado mayoritariamente la razón, cediendo su responsabilidad y mostrando que son incapaces de organizarse a sí mismos.

¿Conduce la actual formación en colegios, institutos y universidades a preparar ciudadanos libres y responsables? ¿O esta preocupación ha sido arrumada en el estante de los saberes inútiles ante la avalancha de las técnicas de autoayuda y la proliferación de técnicas y de metodologías que no van más allá de lo formal y que no permiten nunca plantear qué es lo que hay que asumir responsablemente para la vida misma?

Se sienten, como dice el lugar común, nuevos vientos. Al monólogo excluyente, a la incitación permanente al conflicto, ha sucedido un tiempo de diálogo y de consenso. Todavía no es posible decir si nos encontramos en una etapa de cambios de fondo. Pero solo los ciudadanos responsables y no un milagro venido desde lo alto serán los que logren un cambio para la libertad.