La CIDH ya no es “Vachagnon”...

Ser líder, conductor de masas, poseedor de una postura ideológica a toda prueba, no es tarea muy sencilla. Los hombres y las mujeres que han traspasado los linderos de la vida dejando huellas imborrables de su lucha permanente por los ideales que abrazaron son quienes reciben el tributo permanente de sus seguidores y “compañeros de ruta”. Estos seres humanos son los que, como los árboles, mueren de pie, sin claudicar, sin arrodillarse, sin ejecutar actos que fueron estigmatizados por ellos en algún instante de sus vidas.

Rafael Correa Delgado es un hombre que a lo largo del accionar político durante los diez años de su gobierno demostró ser poseedor de una personalidad desconcertante, enigmática, atropelladora, llena de resentimientos. Quienes poseen esta estructura psicológica, en cuanto tienen en sus manos algo de poder (ya sea económico, político, o de la naturaleza que sea), lo aprovechan para desfogar lo que llevan adentro. Esto es lo que se conoce con el nombre del síndrome de hubris, que se caracteriza porque quien lo padece tiene una exagerada confianza en sí mismo, de manera especial cuando ostenta poder.

Correa en muchas de sus sabatinas despotricó contra la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), a la que en momento alguno le concedió competencia para emitir medidas cautelares, y lo que es más grave todavía, cuando este organismo internacional dictó alguna medida de esta naturaleza para la protección a algunos de sus opositores, Correa las ignoró. Calificó a la CIDH de “Vachagnon” y de instrumento jurídico atentatorio contra nuestra soberanía.

Pero, cuando conforme a derecho la Corte Nacional de Justicia dictó en su contra orden de prisión preventiva, de inmediato dijo, y así lo está haciendo, que iría a solicitar a la CIDH que dicte a su favor medidas cautelares que reemplacen a esa prisión. Esto pone una vez más en evidencia la rara personalidad de Correa. Lo que ayer era “Vachagnon”, ahora sí le sirve para su defensa. Es decir que no tiene consecuencia ni para consigo mismo.