
Como las chispas en las redes sociales encendieron la calle
La economía tiene predicamento. El regreso a las calles de los dos países, el de banderines verde flex y el de las pancartas con #Yuca antigubernamental, dejó por escrito los primeros efectos de la “guerra en Twitter”, declarada días atrás por el presi
La economía tiene predicamento. El regreso a las calles de los dos países, el de banderines verde flex y el de las pancartas con #Yuca antigubernamental, dejó por escrito los primeros efectos de la “guerra en Twitter”, declarada días atrás por el presidente Rafael Correa, Comandante en Jefe de las Fuerzas Tuiteras, como el principal espacio de medición de fuerza política. Pero no el único.
Las calles habían tomado descanso de las mareas humanas, desde finales del año pasado, salvo episodios puntuales y visiblemente menos concurridos como la marcha opositora en solitario, del 17 de marzo, cuando pasó la reforma laboral.
El jueves último, movidos por el rechazo a la reforma tributaria, volvieron las marchas bajo alerta de ‘bolsillitis’, una crónica molestia ciudadana que los impulsa a la protesta cuando el presupuesto familiar entra en juego, como las multitudinarias marchas diarias de junio pasado, contra las leyes de Herencias y Plusvalía.
Sin embargo, aunque los fines se parezcan, los métodos difieren. Esta vez las marchas han sido populares, antes de empezar. Consultando con anticipación el tuitómetro, que no es más que el uso de Twitter como termómetro de enojo, se avizoraba temprano la fiebre de protestas. La convocatoria, que había tenido lugar en redes, desde las más variadas y anónimas cuentas, mantuvo al margen a los partidos, aún desde el inicio.
La calles, que son de todos, estaban ayer restringidas. Fueron de los ciudadanos que impidieron, en tres oportunidades, que los políticos tomaran los micrófonos para dar discursos. Fueron, por ejemplo, de Andrés Valdiviezo que ha apoyado desde la Asamblea de Quito “todas las causas que creemos justas y que el Gobierno, en general, menosprecia”; de Gabriela Fraga, visitante constante de la Shyris para gritar contra “las medidas económicas” y “la falta de libertades”; y de muchos otros que no tienen más voz que el símbolo numeral adornando sus palabras en redes sociales.
Ellos fueron la guía. Claro, había políticos. Pocos, pero había. Entre ellos, por ejemplo, la socialcristiana Cristina Reyes, quien reconoce a EXPRESO la marca apartidista de la convocatoria. “Los políticos nos sumamos a la convocatoria ciudadana”, explica Reyes. “Nosotros seguimos a los ciudadanos, no al revés”.
Esa fórmula, esa ausencia de banderas -salvo la tricolor- ese micrófono en la tarima vetado para quienes tienen acceso a las cámaras y grabadoras, funciona. Ha sido un éxito en España, Estados Unidos y Francia y se anuncia como la clave de los jueves en Ecuador, donde la calle promete permanecer encendida hasta que el fuego se apague. O alguien resulte quemado.