China, silenciosa e inofensiva
El próximo martes la República Popular China cumplirá 70 años. Su colosal crecimiento la puede convertir en la primera economía y la potencia con mayor influencia política en el mundo. Su método es eficaz: casa afuera teje una red de aliados bobos, a los que financia hasta volverlos dependientes; casa adentro reparte la bonanza a cambio de amordazar la libertad.
Para el primer eje, ejecutó 600 proyectos de infraestructura en más de 50 países solo en la última década. Para el segundo, restringe derechos: no hay libertad de expresión, de culto, de asociación... Le viene de herencia: hace 2.300 años el primer emperador de la China unificada se declaró augusto, eterno e infalible. Mandó matar a cientos de intelectuales y quemar los libros sobre historia china, porque esta debía empezar con él. Así son los dementes con poder.
Su estrategia es global y les sirve su natural simpatía. Casi nadie los ve como un peligro. ¿Chinos? “Son simpáticos, esforzados, silenciosos, inofensivos”. Los simpáticos comunistas chinos mataron a dos millones de opositores al inicio de su gobierno. ¿Cuántos serán en 70 años de dictadura? Los esforzados chinos encerraron el año pasado a un millón de refugiados étnicos y los ‘reeducaron’ para que no se les ocurra tener WhatsApp o pensar distinto al Partido.
Los silenciosos chinos obligan a Internet a “promover activamente los valores socialistas”. Además, tejieron una red informativa en 140 países y a través de China Radio difunden -en 65 idiomas- noticias que unos censores aprueban antes. Su intención, denunció Reporteros Sin Fronteras, es “armar un nuevo orden mundial de medios” ajustado a su idea de lo que es periodismo: vulgar propaganda.
Los inofensivos chinos mataron a miles de estudiantes en la plaza de Tiananmén. Yo no lo olvido. Y dejaron morir a Liu Xiaobo, el Nobel de la Paz encarcelado por negarse a reprimir su derecho a opinar, es decir, a pensar. Y persiguen por igual al Dalai Lama y a Winnie the Pooh.
China es el gran enemigo. Y hay que combatirlo con las mismas armas que aniquila: el imperio de las libertades y el golpeteo terco e incesante de la verdad.