China merece su exito economico

En los años 40, el historiador británico Arnold J. Toynbee predijo que EE. UU. y la URSS serían en el futuro las únicas dos grandes potencias del mundo. Ni siquiera China o India (con sus “antiguas civilizaciones” y “vastas poblaciones, territorios y recursos”) lograrían “ejercer su poder latente” en las décadas siguientes. Toynbee se equivocó: la URSS se derrumbó y ahora China es la segunda economía más grande del mundo y un importante actor global. Pero en un tiempo de grandes dificultades económicas y una nueva guerra fría con EE. UU., ¿continuará China su ascenso o seguirá el camino de la URSS? China no es enemigo de EE. UU., y la nueva guerra fría sinoestadounidense no tiene raíces en el enfrentamiento militar o el conflicto ideológico, sino en el hecho de que el presidente estadounidense Donald Trump rechaza su ascenso económico y más en general las políticas de apertura. Pero no solo Trump se opone a la globalización y defiende el proteccionismo. Algunos economistas liberales y muy respetados, entre ellos Larry Summers, también están preocupados por los resultados de la globalización, aunque no coincidan con las ideas de Trump. Esto habla de una creciente ansiedad en relación con la capacidad de la economía estadounidense para superar los desafíos que enfrenta, angustia que halla aliciente en predicciones que dicen que China podría reemplazar a EE. UU. como economía global dominante, como la que formuló en 2011 Arvind Subramanian. China enfrenta abundantes desafíos propios, causados en parte por un modelo de crecimiento que produjo importantes desequilibrios, en particular el superávit comercial con EE. UU., pero no se crearon en forma intencional por medio de controles cambiarios y políticas distorsivas, pues esas tácticas perjudicarían ante todo a China. La realidad es que pese a sus desequilibrios, el ascenso económico de China en los últimos 40 años ha sido extraordinario y se logró gracias a una política exitosa de decidida reforma estructural. La economía china ha sido mucho más abierta que la mayoría, así que su asombroso éxito comercial merece respeto, no reproche. Los críticos deberían pensar no solo en la diferencia entre lo que exporta e importa China, sino también en la suma de ambos indicadores. Además, no parece probable que China corra una suerte similar a la de la URSS o Japón. Mientras China siga implementando reformas estructurales y mayor apertura a los mercados, su tasa media de crecimiento anual en los próximos 15 años no caerá por debajo del 5 %, como han predicho algunos. Cuando las economías avanzadas implementaron un estímulo monetario de magnitud inédita, la dirigencia china profundizó su compromiso con el paso de un modelo de crecimiento basado en exportaciones a otro basado en consumo interno, aunque supusiera un difícil período de ajustes estructurales que explica la desaceleración los últimos cinco años. No debemos subestimar la capacidad de China para hacer frente a desafíos viejos y nuevos incluida la guerra comercial iniciada por Trump. Por su historial, parece probable que su dirigencia reforzará su determinación de seguir calibrando el modelo de crecimiento, abriendo la economía e implementando más reformas estructurales para que China ocupe su lugar entre las economías avanzadas.