Por que Chile

La protesta se inició con un reclamo de usuarios del sistema de transporte urbano de Santiago cuando la tarifa del metro de esa ciudad se elevó en 30 pesos (unos 5 centavos de dólar), con su entrada en vigencia el 6 de octubre. Para el 18 de octubre la protesta había tomado tonos de violencia extrema hacia el transporte público, establecimientos privados y la propiedad pública. La protesta se alimentó con argumentos relacionados con las bajas pensiones de retiro, el resentimiento contra la clase política y en general el alto costo de la vida. De pronto, la economía modelo de Latinoamérica, el ejemplo de cómo se podía llevar un país de los nuestros a las puertas del desarrollo, ardía.

Para 1990 Chile era un país con un PIB per cápita de $2.500, y para el año 2017 había alcanzado los $15.300. En el mismo periodo, el índice de Gini, un importante indicador de equidad, descendió de 57,2 a 46,6. El indicador, cuanto más se acerca a cero, indica una mejor distribución del ingreso, por tanto, pese a crecer de manera acelerada, también ese país pudo lograr una mejor distribución de riqueza.

Podríamos pasar páginas enteras mostrando las bondades de políticas públicas disciplinadas, desde el empleo al comercio exterior, y desde la estabilidad monetaria hasta la robustez de su sistema financiero. Pero hay dos aspectos que no pueden escapar al análisis de por qué una sociedad como la chilena es caldo de cultivo para una protesta como la ocurrida.

En primer lugar aquello que Michael Sandel describe en su magnífico libro Lo que el dinero no puede comprar, que es la limitación cada vez más visible de ciertos grupos de la población a las bondades del bienestar ideal. Simplemente hay un límite marcado, intransitable y alienante hacia la mejor educación, la mejor atención médica y oportunidades de poder legítimo. Se puede satisfacer las necesidades básicas de la Pirámide de Maslow, pero hasta ahí.

En segundo lugar para los socialistas, Chile es el mejor ejemplo de que se puede salir del subdesarrollo siendo liberal, y hay que tirar abajo tamaña ofensa a los románticos de cafetín.