El Carnavalazo

El “Carnavalazo”, el golpe de Estado que instauró al gobierno militar “revolucionario y nacionalista”, marcó el cambio de una época, y, en la perspectiva de los 43 años transcurridos, podemos rescatar tres lecciones de la historia.

La primera es el rol protagónico del petróleo. Uno de los factores motivantes del rompimiento del orden constitucional fue, a no dudarlo, el ingreso a la era petrolera, con expectativas que sustentaron una mitología de cambio. Pasamos de ser un exportador de productos agrícolas a ser país petrolero, cuya economía registró el 14 % de crecimiento en 1973, la más alta tasa de la historia, nunca repetida. El sentimiento de euforia y la retórica que lo acompañaba eran de tal magnitud que el Gobierno nos hacía sentir como los nuevos ricos del barrio, al tiempo que predicaba el sermón de la igualdad. Igualdad, término abusado que sustenta discursos de poca substancia, y la fe ciega y axiomática en que el Estado todo lo puede, poseído como está de una conciencia moral y sabiduría superiores.

La segunda es que los cambios de época se vuelven rutinarios y, frente a cualquier revés, insostenibles. Desde la incursión en la era petrolera el país ha atravesado por todas las fases del ciclo económico y los resultados han sido poco halagüeños. Los tres momentos de colapso, en los ochenta, noventa y en el presente, han probado que el modelo que apareja el gasto fiscal con el precio del petróleo y, cuando el vínculo falla, con el endeudamiento público interno y externo, nos deja en el mejor de los casos, en el “propio terreno” en materia de desarrollo. Crecemos pero permanecemos con las mismas estructuras de organización social, manejo económico, productividad y competitividad. Se produce entonces un desfase en el desarrollo, situación que nos condena a la mediocridad en la comunidad de naciones.

La tercera es que no hemos aprendido ninguna lección. El ente político ecuatoriano se caracteriza por su preocupante falta de visión, su incapacidad para conciliar y proponer temas comunes, su poca cultura económica y su permanente recurrencia al populismo como instrumento de acceso y usufructo del poder.

Son dos generaciones que han transcurrido desde el primer barril de petróleo y podemos exclamar, con mezcla de molestia y nostalgia: ¡tanto tiempo transcurrido... tan poco hemos logrado!