Carmen: un fiasco

Cuando Célestine Galli-Marié pisó un escenario por primera vez como Carmen, el 3 de marzo de 1875, el público de la Ópera Cómica de París no vio nada parecido a la joven “casta e inocente” que los libretistas habían prometido a los directores de la mencionada Ópera Cómica. Cuando ellos aceptaron el proyecto habían suplicado: “¡Por favor, trate de que ella no muera! ¡Muerte en la Ópera Cómica... nunca se ha visto tal cosa!”. Además, una gitana con cigarrillo en mano, muy floja de enaguas y que lleva a la perdición a un noble y sencillo soldado que termina por matar a su inconstante amada al fin de la ópera era demasiado para el público parisino de la época.

La ópera Carmen es una franca y poderosa mirada al poder brutal de transformación del deseo y el sexo; nos habla de violencia y destino. Lo ofensivo del tema, junto con la radical estructura musical de Carmen, escandalizó al público del estreno. Opiniones de la crítica parisina a la “premier”: “Los ingeniosos detalles orquestales, la sutileza instrumental, no pueden expresar musicalmente el frenesí uterino de mademoiselle Carmen... deberían amordazarla, detener el meneo desenfrenado de sus caderas; sujetarla con un chaleco de fuerza después de enfriarla, vaciándole una jarra de agua fría en la cabeza” (Le Siécle). “(Carmen es) Una fille en el sentido más repugnante de la palabra... es una verdadera prostituta de albañal” (La Patrie).

Carmen completó sus representaciones programadas ante salas cada vez más vacías. En la noche de la presentación 33, la Galli-Marié se desmayó al dejar la escena, en una especie de premonición. En ese momento, junio de 1875, Georges Bizet moría en Bougival de un ataque al corazón, a los 36 años, en una pobreza total. Se fue a la tumba convencido de haber dado a luz un fracaso, pero en tres años Carmen triunfaba en Viena, San Petersburgo y Nueva York, y en la actualidad es una de las óperas más populares. La ópera Carmen se constituye en el paradigma mismo de las obras inspiradas en España, su música y su pueblo, pero debe señalarse que Georges Bizet y los libretistas nunca pisaron el suelo español en sus vidas.

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