
La capoeira, sinonimo de inclusion en la Isla Trinitaria
James Restrepo, director del Gueto de Salvador de Bahía en Guayaquil, explica de qué manera fomenta la inclusión social en este sector.
En una esquina de la Isla Trinitaria hay un lugar destinado al aprendizaje de un arte marcial afro-brasileño llamado Capoeira que, mediante giros acrobáticos y técnicas de bloqueo, ayuda a la inclusión de varios niños y adolescentes de este sector popular del sur de Guayaquil.
De tal modo, se asentó en Ecuador hace aproximadamente 20 años. El primer destino fue Quito, traída desde Río de Janeiro por el brasileño Zé María; más tarde sería un colombiano, quien se arriesgaría a sembrar esta danza de combate en la urbe porteña hace 15 años. Asimismo, existen varios centros en distintas ciudades como Ambato, Cuenca, Ibarra, Manta y Esmeraldas. Inicialmente, la capoeira en Guayaquil se instaló en los gimnasios como parte de ejercicios de bailoterapia. Luego empezó a manifestarse en centros educativos y en parques hasta tener el respaldo de entidades públicas.
James Restrepo Serna, mas conocido como Tecelao, quien lleva practicando capoeira hace 21 años y director del Gueto de Salvador de Bahía, tuvo la idea de protagonizar un plan inclusivo para jóvenes de sectores vulnerables de la ciudad de Guayaquil con un proyecto denominado Camaradinhas (amiguitos en portugués). Mediante una alianza del Gueto y la fundación Hilarte se dio paso al trabajo en conjunto bajo un esquema donde se manejan distintos planes para fomentar la inclusión masiva del sector que lleva ofreciendo este servicio a la comunidad hace casi media década.
“Aquí los chicos no necesitan ninguna destreza para aprender capoeria. Es más, ellos las adquieren y priorizamos que aprendan expresión corporal y capacidad motriz; y además los ayudamos a que fortalezcan sus partes auditiva: donde se les enseña a los estudiantes sincronización a través del ritmo musical; leguaje: a medida que desarrollan su parte auditiva, reciben capacitación en el portugués, y táctil: con la capacidad de entonar los instrumentos para formar la rueda del capoeira”, describe Tecelao.
Para el caleño no fue fácil introducir esta danza de arte acrobático en la Isla, ya que al principio no contaba con ningún apoyo. “Hace 15 años no se conocía la capoeira en Guayaquil y fue muy duro el proceso de adaptación de esta cultura extranjera”.
Restrepo comenta lo difícil que fue insertar la capoeria en un sector con altos niveles delictivos porque además de ser una danza con acrobacias y movimientos de combate, es un arte de pelea. “Los chicos no la venían a aprender como arte o para sacarle provecho, ellos venían armados y dispuestos a adquirir estos conocimientos para delinquir”, contó.
Los alumnos de Camaradinhas saben que la capoeira es un arma letal y sorpresiva. Ellos estudian, previamente, que los enfrentamientos al estilo capoeria no son para responder en el combate, sino para esquivar la agresión; todo con base en el ritmo musical, se enseña una defensa con el objetivo de bloquear los golpes de los participantes.
Además, toda la indumentaria es gratuita. “Nosotros les damos a nuestros alumnos todos los materiales y herramientas para que practiquen, todo es gratis. Pero aquí se valora mucho el esfuerzo que cada uno le pone para conseguirlos, mas que todo el uniforme”, menciona Tecelao, quien enseña a sus estudiantes que en la vida todo tienen que ganárselo.
Asímismo comenta que en el mes de noviembre existe un acto ceremonial en donde se ascienden a los chicos. A este punto, llegan los profesores desde Brasil para certificar el grado de cordas (cuerdas en portugués), en alusión a un distintivo superior de un capoeirista. Alrededor del mundo los chicos llegan hasta la séptima corda, pero para llegar a la octava necesariamente deben ir a Brasil y certificarse en un Gueto avalado.
Al son del berimbau, atabaque y el pandeiro (instrumentos utilizados) arranca la rueda de capoeira con un juego de confronto; es aquí donde los chicos comienzan a cantar y traen a escena la parte intrínseca de este arte. Ginga, martelo, queixada y armada son algunos de los movimientos articulados que traen a la luz un conflicto de colonización patrocinado por los portugueses y los brasileños.
De esta manera, los jóvenes se sienten motivados en aprender un arte extranjero que no los hace olvidar en el lugar donde habitan, sino más bien, entran en una reflexión constante en cómo apoyar a que su comunidad sea mejor. “En Guayaquil hay mucha delincuencia y en Isla he visto unos casos muy duros. Veo adolescentes en malos pasos, muchachos de los colegios fumando y niñas en estado de embarazo”, relata con nostalgia Tecelao. Por esa razón, no duda en seguir sirviendo a la comunidad de la Isla Trinitaria, de tal manera que los chicos puedan ser generadores de cambio y encontrar en el arte una escapatoria como lo hizo el.
La misión de Tecelao es llegar a tener muchos estudiantes que aprendan y puedan enseñar a las futuras generaciones. “Mi deseo es que ellos empiecen a tener conciencia de su entorno y de su comunidad. Que vean de qué forma pueden aportar a su barrio, aprender a ser líderes y —aunque suene cliché— patrocinen la construcción de un mañana mejor”, finalizó.
En Guayaquil ha 4 escuelas de capoeira destinadas a la practicidad de esta disciplina, en donde cientos de jóvenes acuden para adquirir destrezas acrobácticas y sincronización, o simplemente porque gustan de este arte brasileño. Sin embargo, no hay un ente regulador que acoga legalmente esta practica por ser de origen extranjero. En Brasil la capoeira es considerada como Patrimonio Cultural y la rueda de capoeira como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.