Capital Social... Capital en riesgo

La Convención de Derechos Humanos de la OEA dice en su artículo 16: “Todas las personas tienen derecho a asociarse libremente con fines ideológicos, religiosos, políticos, económicos, laborales, sociales, culturales, deportivos o de cualquiera otra índole”.

Muy joven comencé mi aventura en las ONG, cuando Eduardo Aspiazu me pidió que lo acompañe en la dirección ejecutiva de Fundación Natura Capítulo Guayaquil, en 1992. Ese fue el inicio de una vida dedicada al servicio a los demás. De Natura pasé a Huancavilca, de Huancavilca a Cemdes, de Cemdes al SNV y del SNV a Corpei, donde aún hoy sigo pensando transformar el mundo a través de algo más que trabajar por el dinero, esto es, trabajar por un propósito en la vida, “el servicio”. Igual mi madre ya me había involucrado con la Sociedad Femenina de Cultura, la Junta Cívica y una decena más de organizaciones en las cuales ella estuvo activa.

Así como en mi familia, muchos pertenecen a alguna organización sin fines de lucro. A esto se lo llama Capital Social. Guayaquil basó su desarrollo en esas organizaciones; un claro ejemplo es la Junta de Beneficencia y su sistema de apoyo en la salud y en lo social. Ellos supieron actuar con prontitud cuando el Estado falló en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Cuando estas organizaciones ya se estaban adaptando al cumplimiento del decreto 16/ 355/ 739, a pesar de no estar de acuerdo con él y a toda su normativa de procedimientos rigurosos que llevaron a episodios de clausura unilateral, aparece en la Asamblea el proyecto de Código Orgánico del Sistema de Participación Ciudadana y Control Social, con la amenaza de ejercer un control social más fuerte si no se está de acuerdo con el “buen vivir”. Esto nace como ley orgánica, o sea, sobre toda normativa.

Si a un edificio se le erosiona su estructura, como lo que ocurrió en el certero ataque de Bin Laden a las Torres Gemelas de Nueva York, el edificio se cae... No involucrarnos ante esta nueva imposición de proyecto de ley sería permitir que la base de nuestra sociedad empiece a colapsar con esta ratificación insensata. “La estupidez insiste siempre”, dijo Albert Camus.