
En busca de cadaveres bajo el agua
Con diferentes técnicas y jalones de cuerdas, buzos del GIR se comunican durante el rastreo de cuerpos en ríos y esteros. Este año, 5 han sido asesinados.
El 20 de septiembre de 2017, los moradores de la cooperativa Centinela del Barrio Cuba amanecieron con el rutinario canto de los pájaros apostados en los ramales del estero Lagarto, en el Guasmo Sur. La tranquilidad que se respiraba cerca de las siete de la mañana, sucumbió en minutos a una inusitada aparición que congeló hasta el tuétano. El cuerpo decapitado de una mujer flotaba entre desechos y ramificaciones.
Tras el levantamiento del cadáver, se desplegó una intensa búsqueda para hallar la cabeza de quien, días después, fue identificada como Yadira Mariela Pinargote Loor, una estudiante de 28 años, cuya muerte violenta arrastró al hijo que siete semanas antes gestó en su vientre.
Hallar los restos que faltaban no era una tarea fácil. ¿Cómo buscar una cabeza en aguas oscuras? Una labor que prácticamente se ejecuta a ciegas, especialmente cuando la búsqueda se centra en esteros, como el Salado, en Guayaquil.
“Cuando el buzo de rescate llega al fondo tiene visibilidad cero”, explica el teniente coronel Kléber Ochoa Rivero, comandante del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) de la Zona 8 (comprende Guayaquil, Durán y Samborondón).
Dependiendo de una serie de factores, los buzos de rescate aplican técnicas para la búsqueda o recobros de personas que se han ahogado, o sus cuerpos han sido arrojados a ríos o esteros.
Cinco de los cadáveres que fueron rescatados en este año correspondían a personas asesinadas violentamente; entre ellas, Yadira Mariela.
Para la búsqueda de la cabeza, los expertos ‘peinaron’ cuatro kilómetros del Lagarto. Desde la Centinela del Barrio Cuba hasta la Playita del Guasmo.
Dependiendo de las circunstancias y las aguas, los buzos inician la labor con una breve investigación de campo.
“Se pide colaboración de la gente que pudo observar dónde fue la última vez que vio (a la víctima) o sospechas... se hace ese tipo de preguntas porque de acuerdo con el lugar se aplican las técnicas que son para aguas oscuras”, como el Salado, dice Ochoa.
La comunicación entre el buzo que maneja la línea con los que están en inmersión se basa en técnicas lineales, circulares, de abanico y cuenta pasos, para visibilidad cero o aguas turbias. Los procedimientos son netamente con jalones de cuerda.
En orillas poco profundas se utiliza el abanico. Un buceador sumergido que sujeta el extremo de un cabo mantenido por el guía desde la orilla. Ambos se comunican a través del cabo con un código de tirones.
Un jalón de cuerda significa que el buzo está okey. Dos jalones, que el guía debe darle más cuerda. Tres jalones, que recojan la cuerda. Esta debe estar siempre tendida. Cuatro, que necesita salir porque está enredado o está complicada la búsqueda por alguna palizada; y cinco, que encontró el objetivo, es decir, el cuerpo.
La técnica circular emplea una boya con un gran peso en el fondo (llamado ‘muerto’) y que, mediante un cabo que sujeta el guía, va dando vueltas circulares. En cada vuelta suelta un metro del cabo que sujeta, para dar la siguiente vuelta.
Así recorre el fondo hasta unos 10 o 15 metros desde el ‘muerto’. Si es necesario, la búsqueda, se puede desplazar para cubrir totalmente la zona (ver en gráfico otras técnicas).
Los procedimientos se basan también en el comportamiento de la marea. “Si tengo de distancia la orilla del estero a donde se presume la última vez que se vio, hay que ver mareas. Si estaba subiendo, bajando. Apenas se empieza a hundir el cuerpo, este se desliza a la velocidad de la corriente”, explica el experto.
Cuando una persona se ahoga e inmediatamente es buscada, existe un 99 % de probabilidad de encontrar su cuerpo.
Pero la localización en un río, como el Daule, que es más correntoso, se vuelve complicada.
Otro de los puntos donde se ha complicado la búsqueda es en el río Guayas, a la altura del malecón de Durán, donde la corriente y la profundidad ha demorado la búsqueda hasta una semana.
En esos casos, los buzos buscan recodos o se dejan llevar por los lechuguines. Una guía natural que dirige a los expertos al sitio donde podría haber quedado enredado el cuerpo.
La cabeza, la primera en descomponerse
Los esteros, que tienen muchos recodos, facilitan la localización de los cadáveres, pero por la visibilidad cero se dificulta el hallazgo, como la cabeza de Yadira.
Para su búsqueda, dos buzos del GIR utilizaron el tacto. Con los brazos extendidos tantearon el fondo del Lagarto, hasta el sedimento, a una profundidad no mayor de cinco metros. Lo hicieron a lo largo de cuatro kilómetros, pero no hubo resultados positivos. La búsqueda podría reactivarse en caso de que se localice al causante del crimen, y este indique el lugar donde lanzó la cabeza de la mujer.
Un experto forense explica que si la cabeza fue arrojada al agua, esta se descompone de 24 a 30 horas.
La masa encefálica es la primera en alterarse. Se licúa y la fauna acuática se come los elementos blandos, por lo que solo quedan huesos. El resto del cuerpo se descompone entre 48 y 72 horas. Las bacterias generan gases y estos provocan que el cuerpo se hinche, lo que permite su flotamiento.