Brotes de madurez

Han hecho falta dos años, llenos de entretenimientos paralizantes de la gestión nacional, para ver brotar indicios de madurez. Se observan con cautela, claro. Los antecedentes de tergirversaciones y pantallas de humo obligan a ser precavido. Pero ese documento, firmado a cuatro manos, para conformar una nueva mayoría en la Asamblea Nacional de diferente color, entre oficialistas y opositores, con unas metas claras y no otros fines, debe ser recibido -al menos, inicialmente- como una muestra de querer retomar las riendas de un país que no puede permitirse el lujo de perder más tiempo para enderezar su economía y corregir tantos desajustes en temas como el educativo, empleo, salud, seguridad, derechos, progreso, relaciones internacionales... Con una lista infinita de pendientes, la idea de alcanzar un pacto de legislatura que viabilice reformas que acumulaban polvo es, sobre todo, un gesto de madurez política. Nadie va a relajarse en el análisis crítico para que la nueva mayoría no termine siendo un pacto de caballeros que simplemente cambia las firmas en el reparto de poderes. Pero hay que dar la oportunidad a que tenga éxito una nueva forma de hacer política: la de consenso, la que obliga a las formaciones de tendencias dispares a ponerse de acuerdo para alcanzar logros de interés nacional. Que así sea y dure.