Brasil: sigue siendo Belindia

Con distintos tonos se ha escrito sobre Brasil, calificándolo como un país maravilloso o como un monumento de desidia social, apreciaciones con alta dosis de realismo mágico, puesto que lo primero no puede ser posible cuando subsiste lo segundo.

Ocurre que pese a su poder económico, la desigualdad en la distribución del ingreso, todavía visible en amplios cordones de miseria, da lugar a que repúblicas más pobres que el gigante sudamericano tengan mejores índices de mortalidad infantil o de analfabetismo.

Fue por esa contrastante realidad que un economista basileño de mediados del siglo pasado calificó a su nación inventando una creativa ficción: Belindia, aludiendo a que algunos brasileños, la minoría, vivían como los belgas, mientras la mayoría estaba como los indios.

Esa enorme brecha social ha tenido graves consecuencias políticas que se han reflejado en grandes períodos de dictaduras militares, al tiempo que en la emergencia de grupos radicales de izquierda. También en una visible diferenciación ideológica vinculada a la mayor o menor pobreza de las regiones.

Con un panorama que no ha cambiado mayormente, este domingo Brasil decide entre un extremista de derecha, racista, misógino y homofóbico, y un distinguido miembro del Partido de los Trabajadores, exalcalde de San Pablo, que aun gozando de amplio prestigio, tiene que superar la enorme carga de la gran corrupción en que cayeron dos gobiernos previos de su agrupación política.

Conviene recordar que, pese a ello, el PT de Lula, ahora preso y prohibido de hacer declaraciones a los medios de comunicación colectiva, mantiene un buen tercio de sus simpatizantes, aunque en algunos reductos tradicionales la expectativa de los votos favorables ha disminuido, al igual que la simpatía de las mujeres, que era tradicional.

Las últimas encuestas acortaban las distancias entre Bolsonaro y Haddad pero persistía una distancia de 10 %.

En todo caso, se da por seguro que será necesario ir a una segunda vuelta electoral para definir quién será el nuevo presidente del Brasil y, en caso de que así ocurra, las encuestas favorecen a Haddad.

Ojalá que la actual polarización no siga creciendo, puesto que ello incrementaría una indeseable violencia, ya visibilizada en el apuñalamiento de Bolsonaro y en los disparos a otros candidatos.