Blanco y negro

A Correa se le reprochaba su simplificación del mundo: buenos contra malos, amigos contra enemigos, blanco versus negro. Aquella visión de la política basada en opuestos y confrontación será uno de sus trazos de personalidad más recordados. A Lenín se le reprocha en cambio la gradualidad de sus decisiones, la amplitud de su diálogo, exigiéndole pareciera, asemejarse más a su antecesor. La medida de Moreno en sus decisiones económicas o en el caso Glas, por ejemplo, resulta excesivamente moderada para las mismas personas que solían pedir más moderación a Correa. A uno se le pide ver el mundo en blanco y negro mientras al otro se le reclamaba encontrar los tonos de gris propios de la realidad política. Paradojas como esta prueban que proyectamos en nuestras expectativas y accionar las limitaciones de nuestra comprensión política. La misma falta de rigurosidad que nos lleva a criticar por igual el maniqueísmo del uno y el ecumenismo del otro, nos impide tomar mejores decisiones en política. Me limito a dos -entre las muchas posibles- interpretaciones de esta paradoja. Quien tiene el poder puede darse el lujo de hacer lo que le da la gana. El poder es, en política y en cualquier mesa de negociación, del que lo ejerce. Quién quita que Moreno, de contar con las mayorías necesarias en la Asamblea, termine mostrando una impronta más parecida a la correísta. ¿Nos satisfaría entonces? ¿O nos preguntaríamos nostálgicamente que pasó con el conciliador? Las visiones maniqueístas de la política producen visiones maniqueístas en la sociedad, no a la inversa. De allí, los sectarismos y la conflictividad se apropian del acontecer social. En un período político inaugurado con división electoral, alimentar el etiquetado y la polémica hubiera sido una receta para la violencia. Todos deberíamos pedirnos, nosotros mismos, para sobrellevar esta paradoja que he intentado graficar, optar por los tonos de gris. Si ni siquiera en nuestras familias es posible convivir simplificando los múltiples caracteres y estilos, sin derivar en la violencia, ¿cómo podríamos pedirlo en la política nacional?