Bemoles electorales

Los preparativos del proceso electoral se están convirtiendo en una arca de sorpresas: por un lado asombran y por otra parte desconciertan, como el elevadísimo número de candidatos inscritos y reconocidos por el CNE y cuya aprobación todavía no concluye en 2 provincias; lo problemático de hacer una elección democrática en un contexto recesivo, donde se pregona y exige austeridad, como sucede ahora; o el tardío reconocimiento de los medios digitales en el pautaje electoral; la incidencia del voto nulo en una elección nacional pluripersonal, entre otros. En este complejo escenario se necesitan amplios acuerdos entre el Estado, sistema político y sociedad civil, y una decidida participación ciudadana a través de veedurías y contralorías sociales, así como severidad de los medios de comunicación para denunciar corrupciones y anomalías, en una campaña de 45 días. Con estos antecedentes, creemos que de cada proceso electoral se saca un conjunto de lecciones aprendidas y de novedades a tener en cuenta en las futuras elecciones, y estos aportes hay que formalizarlos de manera legal y reglamentaria para que permitan mejorar su accesibilidad, transparencia y calidad. Hay la necesidad de modificar y actualizar el Código de la Democracia. Para las próximas ocasiones, no se deberían mezclar elecciones seccionales con nacionales pluripersonales, como sucede ahora, ya que el voto seccional está basado en la cercanía o proximidad con los candidatos, que hace que predomine el voto en plancha; no responde a una valoración racional de los programas electorales o de adhesión ideológica. Por ello los triunfos de comunicadores, estrellas de la farándula, reinas de belleza, deportistas, etc. Mayores exigencias científico-técnicas a las propuestas programáticas de los candidatos y grupos políticos, particularmente en las seccionales. Debemos recordar que para 2018 hay inscritos un total de 164 sujetos políticos cantonales y 21 parroquiales. Finalmente, se debería evaluar el creciente y protagónico papel de las redes sociales en las campañas, por sus coberturas, bondades y perversidades y, evitar el monopolio por escasos partidos políticos.