Barcelona, pasion que supera la razon
¿Tatuarse el nombre de un equipo? ¿Acomodar el carro con los colores de la bandera? ¿Pintar el escudo del club en el portón de su casa?, sonaría como una locura. Bueno, para otros hinchas, los colores son tan cruciales como el oxígeno y no entiende de
Stéffano Dueñas Pazmiño duenass@granasa.com.ec Guayaquil
Hay amores que son incomprendidos. Para unos hasta desmedidos. ¿Tatuarse el nombre de un equipo? ¿Acomodar el carro con los colores de la bandera? ¿Pintar el escudo del club en el portón de su casa?, sonaría como una locura. Bueno, para otros hinchas, los colores son tan cruciales como el oxígeno y no entiende de razones. Solo existe. Ese es el amor por la camiseta de Barcelona.
Están esos que domingo a domingo se sientan frente al televisor a ver a su equipo, hay otros que son capaces de ir sin dinero al estadio en busca de ‘sueltos’ para completar el valor de un boleto y poder ver a sus ‘guerreros’.
Es que cuando de fútbol se trata, y sobre todo de Barcelona, el corazón es el que manda. Las ganas de gritar un gol, de temblar en los graderíos por los saltos de la Sur Oscura, cantar a todo pulmón o abrazarse con el desconocido de al lado, se convierte en una necesidad. En un estilo de vida.
Barcelona demostró con la estrella 14 que su afición es la mitad más uno, con la consecución de la 15 el día domingo, recalcó que son la mitad más dos. Mares de camisetas amarillas por todos los rincones del país y no por la selección.
Dicen que hay amores que no son para todos. El que la mayoría de hinchas siente por Barcelona es de esos. Hay quienes lo quieren y lo acompañan en su estadio, pero están esos que no conocen límites y son capaces de exponer su vida por los colores. Pasión sin razón, que tiene nombre y apellido: Barcelona Sporting Club.
Reconocido como el carro Barcelona
Los grandes emblemas del Ídolo sobre cuatro ruedas
En noviembre de 2015, Arístides Espinoza iba a tomar una decisión importante: transformar su auto Honda en el único carro Barcelona de todo el país. Al principio la idea parecía descabellada y su esposa -Gabriela Quinto- le dijo que lo medite, pero nadie pudo impedir que este hincha tenga en su auto una de las chilenas de Damián Díaz, el rostro del eterno Carlos Muñoz, las 15 estrellas y el Monumental.
“Me decían que tenga cuidado con algún emelecista, pero hasta el momento ha pasado algo. Yo me propuse a cuidarlo. Tengo una hija de Emelec, Erika Espinoza, que solo se sube porque no le queda más. La molesto que es la única coqueta que se trepa al carro”, dijo Arístides.
La mano de obra en este vehículo es muy profesional, el costo es algo que para Arístides pasaba a segundo plano. “Gasté casi $ 2.000 en este auto. Pintura, cambio de asientos, detalles en el interior y exterior. La parte que más me fascina es la del estadio (ubicada en la puerta del conductor)”.
Este hincha, que vio sus primeros partidos desde el cerro que se junta con el Monumental, cumplió uno de sus sueños al conocer al ‘10’, uno de sus ídolos. “Cuando Díaz se enteró del carro me hizo llamar y me recibió en el Monumental. Allí me tomé unas fotos con él y me regaló su camiseta oficial, que después puse en subasta para ayudar a los damnificados de Manabí”, explicó.
Arístides vive en Yaguachi, pero acompaña a su club a todos lados. Celebró la 15 en la 9 de Octubre y a lo lejos todos ya lo sabían, llegó el carro Barcelona.
Una colección de más de 20 divisas
Valeria Yockteng: peruana de nacimiento, pero amarilla hasta el último suspiro
Es poco común que una persona extranjera se apegue tanto a las costumbres y cultura de un país. Valeria Yockteng Melgar está en esas excepciones. Nació en Lima-Perú hace 26 años, y aunque en el Rímac era hincha de Alianza Lima, encontró su primer amor futbolero en Barcelona. Su colección de divisas la avalan como una hincha a muerte.
“Mi primera camiseta la compré a los 16 años si no me equivoco, desde ahí comencé a comprar todas las que salían. Me emocionaba al comprarlas y comencé a coleccionarlas”, describe Valeria como empezó esta tradición amarilla que copa su ropero principal con más de 20 divisas. Entre ellas, está la conmemorativa de los 91 años, que “fue la cábala para lograr la 15”.
En 1997 llegó al país, exactamente a Salinas. Desde allí su papá, a quien ella convirtió en hincha torero, la llevaba a Guayaquil para los partidos más emocionantes. “El día más feliz de mi vida fue cuando mi papá me llevó pro primera vez al estadio. Era un Clásico en 2007 que terminó empatado, pero nada me quitaba la felicidad de haber ido. Me enamoré de la hinchada y de sus cánticos”, reveló.
Un escudo que será eterno
Moisés y Julio llevan el símbolo arraigado en la piel
Así de extraño actúa el fútbol. Moisés Córdova y Julio César Macías son dos barcelonistas a muerte que antes pertenecían a la Sur Oscura, pero no se conocieron hasta que ambos pisaron el edificio de EXPRESO para contar su historia de amor al club guayaquileño.
Historias similares que culminaban en el mismo lugar: fidelidad al club canario. “Yo me hice este tatuaje después de perder la final de 2014 ante Emelec. Ahí es que se ven los hinchas de verdad, cuando las cosas están difíciles. Ahora mis hijos me obligan a ir al estadio con camisa sin mangas para lucirlo”, dijo Macías, quien afirma ser torero desde que está en la barriga de su progenitora.
Moisés fue miembro de la barra organizada de Barcelona durante mucho tiempo, pero su nuevo estilo de vida lo obligó a dejarla, no así el amor por la camiseta. “Este tatuaje me lo arreglé porque tenía cosas malas. Dejé de ir a la General Sur por situaciones personales y hasta me prohibieron ingresar al estadio. Pero me recuperé. Esta temporada regresé para ver a mi equipo campeón”, comentó.
Pintado desde el 2011
El escudo torero resguarda el hogar de los Rivero-Sánchez
Por lo general, cuando alguien busca seguridad en su casa instala cámaras, contrata guardianía privada y en otros casos hasta optan por un can adiestrado, pero esto no es lo que pensó la familia Rivero-Sánchez, que lleva el barcelonismo a un nivel extremo.
“Mi papá siempre quiso pintar un escudo en la casa. Al principio, mi madre estaba entusiasmada en dibujarlo en el techo de la casa para que cuando pasen los aviones y helicópteros lo pudieran ver, pero un día mi viejo se reveló y lo pintó en la puerta del garaje”, cuenta Jacinto Rivero (foto), a quien le corre sangre amarilla por sus venas.
“Voy al estadio desde que tengo uso de razón. Mi papá siempre me llevaba. Recuerdo partidos contra Calvi y hasta Green Cross (equipos desaparecidos). La 15 la celebré viendo el partido con mi viejo, que es nuestra tradición, luego a celebrar a la Víctor”, agregó.
Admite que al principio hubo algo de temor y que en los tres campeonatos consecutivos de Emelec, rayaron el escudo, que hoy brilla en los más alto del norte de Guayaquil.