
Bahia, el pueblo de los dos terremotos en 18 anos
El Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) tiene en Bahía de Caráquez una unidad de atención médica tipo A. Luego de varias inspecciones se encontraron falencias estructurales que obligaron a que la atención se traslade a una iglesia mormona.
Sentado en una silla de madera desgastada, Alejandro Santos, de 76 años, observa cómo una retroexcavadora recoge los escombros de la casa de su vecino, que se destruyó durante el terremoto de 7,8 grados que afectó a la costa ecuatoriana, el sábado.
Él vive en Bahía de Caráquez. Seis días después del sismo, la ciudad tiene el 33 % de cobertura de electricidad y el 42,8 % de servicio de telefonía móvil. El acceso al agua potable también es irregular.
Periodista de profesión, Santos cuenta a EXPRESO que esta es la segunda vez que vive una experiencia similar. Según dice, el temblor de 1998 fue considerable, aunque de menos intensidad. El del sábado, asegura, trajo mayor destrucción a su localidad.
En esa ocasión, recuerda, el movimiento telúrico fue oscilatorio. Según el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica, hace 18 años el sismo alcanzó 7,1 grados. “En esta ocasión fue de arriba hacia abajo”, dice, lo que ocasionó que las edificaciones se caigan.
“En 1998 nos tocó salir al parque para protegernos. Ahí pasamos un mes”, cuenta José Banda, de 75 años.
Él y su esposa, Elena Virela, de 63 años, han vivido “el horror” de los dos terremotos que ha soportado Bahía de Caráquez en los últimos años. En el movimiento telúrico del sábado pasado perdieron a su hijo, de 36 años, que tenía síndrome de Down. Un suceso para el que no encuentran consuelo.
Banda está seguro de que Bahía no será la misma. A pesar de no tener cifras oficiales, se estima que la urbe ha sido afectada en el 68 % de su infraestructura, siendo la tercera ciudad más afectada luego de Pedernales y Canoa.
Las plazas, parques, el bulevar y los patios de instituciones educativas se han convertido en los hogares de cientos de bahieños. Barrios enteros fueron desalojados.
EXPRESO encontró ahí a Fernando Bustamante, de 45 años. “Estoy durmiendo en la sala para cuidar las cosas, pero mi esposa duerme afuera con los niños para evitar que les pase algo”, se lamenta.
Él también recuerda el terremoto de 1998. Se quedaron sin luz por bastante tiempo. Hoy, dice, en algunos lugares ya tienen electricidad.
“Tengo miedo a estar en la casa. He pasado por esto dos veces y estoy aterrada”, cuenta Marcia López, de 51 años, mientras acomoda su ‘cama’, que está debajo de una sábana que le sirve de techo. Ella es viuda y vive solo con su hija. Comenta que no les llega la ayuda ofrecida desde el Estado. Necesitan, reclama, agua, alimentos y repelente. Denuncia que hay quienes están recibiendo las donaciones, pero no las reparten. El Gobierno afirma que existen los recursos, pero la entrega se desarrolla con dificultades en ese y otros poblados de Manabí.
La actividad comercial también es un problema que no parece tener solución en el corto plazo. En Bahía de Caráquez, menos de la mitad de su jornada se cumple con normalidad. La gente deambula mirando las casas y edificios caídos o cuarteados.
La zona del bulevar, en donde se encuentran hoteles y edificios de departamentos, está cerrada. Los bares están desocupados. El servicio bancario es nulo y los funcionarios públicos laboran en la calle colaborando con las autoridades encargadas de hacer las evaluaciones. También ayudan en la vigilancia de la remoción de escombros.