Autoritarismo o democracia

El mundo ha cambiado. El remezón que produjo la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría o del “equilibrio del terror” terminó la disputa por la hegemonía mundial de las superpotencias Estados Unidos y la Unión Soviética, originando un nuevo orden en la geopolítica mundial. Surgió con fuerza la propuesta china de una ideología: dos sistemas; el avance tecnológico impulsó un mundo globalizado e interdependiente; se aceleró el crecimiento del sector terciario de la economía: comercio y servicio; rebrotaron nacionalismos y fanatismos religiosos; se intensificaron reivindicaciones de género; aumentó el deterioro ambiental; creció la delincuencia organizada, especialmente el narcotráfico; el precio del petróleo influyó en las economías nacionales; se multiplicaron migraciones forzosas. Es un mundo distinto al que se vivió hasta los años 80 del siglo XX.

Ese coctel de factores interactuantes ha influido en el pensamiento y comportamiento de las personas; las ideologías han sido desplazadas, aparecieron criterios poniendo etiquetas de mercado a las propuestas políticas, ahora se habla de neoliberalismo, neofascismo, neonazismo, neosocialismo del siglo XXI, neoconstitucionalismo, etc. , escondiendo las ambiciones de quienes se adhieren a movimientos carentes de sustento ideológico y por ende, circunstanciales.

Se han radicalizado las posiciones políticas. La disyuntiva es: o se está de acuerdo con autoritarismos populacheros, opresores y corruptos, o se defiende la democracia como la más civilizada forma de organización de un país, garantista de los derechos humanos, en la que es posible gozar de más seguridad y menos temor, mayor bienestar compartido. Defender su vigencia es un reto que en fin de cuentas evitará retrocesos en la histórica lucha librada por la humanidad por vivir en libertad, en un régimen de derecho, donde no tengan cabida la represión ni burócratas ociosos perturbando actividades particulares, ni tampoco una desigual competencia de corporaciones poderosas con emprendedores desprotegidos. Es un imperativo enfrentar los totalitarismos.