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Implicaciones. Uno de los 16 locales que funcionan en la zona de ingreso al colegio Vicente Rocafuerte y que ahora permanecen cerrados.Juan Faustos / EXPRESO

Aulas vacías, negocios que no marchan

Las clases semipresenciales alienta a un gran engranaje económico que acoge desde vendedores de jugos hasta empresas fabricantes de cuadernos

José Luis es uno de los tantos estudiantes de la escuela Mercedes Moreno Irigoyen, ubicada en el suburbio oeste de Guayaquil, y sus padres se encuentran preocupados porque el menor lleva un año alejado de las aulas. Aunque podría pensarse que una situación como esa no le concierne a María Padilla Cando, quien vive en Otavalo, ni a Francisco Ponce Caicedo, un empresario de Riobamba, en la realidad resulta que a ellos también, de manera indirecta, inquieta su situación.

En marzo pasado, cuando se decretó la emergencia sanitaria, tras confirmar los primeros casos de contagio de la Covid-19, María y Francisco, cada quien por su lado, se preparaba para iniciar la producción de uniformes escolares y artículos didácticos. Sus planes se trabaron en medio camino.

Desde entonces han estado pendientes de cómo va el tema de los contagios, con la esperanza, como los padres de José Luis, de que pronto todos vuelvan a las aulas. Esta semana, la noticia de que una parte de los planteles de la Sierra inició un proceso de clases semipresenciales, los ha emocionado. Es como que si vieran una luz al final del túnel.

Como empresa nos hemos ido adaptando a esta nueva realidad y nos hemos ido reactivando de a poco, así también debería ser la educación.

Luis Chonillo Castro,
gerente general de Poligráfica

En marzo pasado, cuando inició la cuarentena, algo más de 1’860.000 estudiantes de todos los niveles de la región Sierra y Amazonía dejaron de acudir a sus aulas. Cuando volvieron lo hicieron de manera telemática.

“No es lo mismo”, dice Francisco, él gerencia la empresa Industrial Papelera ‘Caicedo Miño’ (Indupac), que hace 43 años fabrica cuadernos de la marca ‘Escribe’ y que distribuye en todo el país. Él entiende que el momento actual implica muchos cuidados, pero acepta que siempre es necesario la escritura a mano, la pintura, las manualidades, el sentir, el rasgar... “La educación virtual realmente tiene sus problemas, falta de interactividad real con compañeros y profesores causan que el aprendizaje sea muy bajo”.

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El 2019, el sistema educativo registró 4’385.168 estudiantes de todos los niveles en todas las regiones del país. Esa es la cifra de alumnos que no ha podido estar en clases y cada uno, sea de la provincia o pueblo que sea, implica una serie de vínculos que activa una enorme rueda económica. Desde el conductor que traslada a los escolares, hasta el hombre que vende jugos en los ingresos de los planteles. Pasando por quien atiende el bar en la escuela o es el dueño del local donde reproducen fotocopias. Las personas que apoyan en el control de tareas en sus casas y proveedores de equipos informáticos. Un efecto dominó sobre las actividades que rondan el sistema educativo que afecta a miles de personas, desde el empleo formal hasta el informal; sobre el consumo y la tranquilidad económica de cientos de familias. Consecuencias que aunque sean dispersas, ahora mismo resulta imposible calcularlo.

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Espera. Pedro Naula educó a sus hijos con su negocio, hoy, sin ventas. Hace 20 años se ubica frente al colegio Rita Lecumberri.Juan Faustos / EXPRESO

A esta red es a la que pertenece María, quien produce uniformes de colegios en un barrio de Otavalo y los comercializa en su local en uno de los pasajes comerciales de la calle 10 de Agosto y Seis de Marzo, en pleno centro de Guayaquil. “Tan mala es la situación que venimos arrastrando una deuda de 40 mil dólares”, dice Luis Chacho, quien tiene su negocio en las calles Sucre y Pío Montúfar, y es uno de los mayores productores de uniformes en este sector. “La deuda la hicimos en octubre de 2019 para tener cómo invertir en la confección de uniformes para el inicio del año lectivo de 2020. No se pudo y la deuda cada día crece porque nadie compra en estos días en que los estudiantes están en sus casas”.

Una deuda similar mantiene Luis Peñaloza López, dueño de uno de los más grandes locales de impresión y fotocopias en la calle Quisquís y Tungurahua. “Si en el 2019 tuve 12 empleados, hoy trabajo solo con seis. Si antes gastaba hasta 40 remas de papel (20 mil hojas), hoy, a lo mucho, consumo una o dos remas (500 o mil hojas). Los alumnos toman clases online y sus trabajos los mandan en documentos virtuales. No requieren ni copias ni impresiones, mientras nosotros seguimos acá casi cruzados de brazos”.

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La ausencia en las aulas de los estudiantes también influyó en la venta de bolígrafos, lápices, marcadores, tiza líquida, resaltadores, témperas, crayones y juegos geométricos. En la fabricación y distribución de estos materiales es de lo que se encarga precisamente la empresa Plastiuniversal, con más de 36 años en el mercado ecuatoriano, por medio de su marca Carioca. “Nuestras ventas en 2019 fueron de 6’005.000 de dólares y en 2020 fueron de 1’720.000. Es decir existió una disminución del 71% que esperamos recuperar este año con el inicio de clases presenciales para la Costa 2021 y ventas de temporada Sierra 2020 represadas”, dice Fernando Castillo, gerente general.

Dado que la temporada costa en sus ventas se vio interrumpida por los efectos de la pandemia, se tuvo que realizar una serie de modificaciones a las políticas en las ventas, y en sus procesos administrativos y de producción.

Fernando Castillo,
gerente general, de Plastiuniversal

Si hay alguien que de forma directa es testigo de la ausencia de alumnos en los planteles, estos son quienes ejecutan sus actividades dentro o en los alrededores de los centros educativos. Uno de ellos es Pedro Naula Calle, quien desde hace 20 años se planta al frente del colegio Rita Lecumberri para ofrecer jugos. “Desde febrero del 2020 dejé de ver estudiantes. Y claro, mis ventas se fueron al diablo. Antes de la pandemia, cada día vendía hasta 600 naranjas, hoy no paso de 100. Con este trabajo eduqué a mis tres hijos. Una de ellos pronto será doctora”.

María Tovar Páez es orgullosa de su labor. “Soy chef y preparo lo que vendo a los niños en el bar del plantel donde trabajo”. Ella preside la asociación de administradores de bares escolares que agremia a unas 500 personas en todo el país. “Esta semana volvieron muchos alumnos a sus planteles, pero los bares no serán reabiertos aún. Y creo que eso no va a suceder en lo que va de este año”, dice esta dirigente, quien no deja de reconocer que la pandemia impone ser cuidadosos. “Muchos de los asociados estamos endeudados. Debo 10 mil dólares de los cuales desde diciembre estoy obligada a pagar sus cuotas, pero que todo se normalice cuando ya no haya riesgo de contagios. Es lo mejor”.

En Papelesa, en la división escolar, el producto mas fuerte tradicionalmente, es el cuaderno Universitario y actualmente esta casi parada su producción ya que al haber estado suspendidas las clases y después la educación virtual donde se prohibió incluso el pedido de útiles escolares la demanda bajo al punto mas bajo en su historia.

María Gracia Jaramillo Cedeño,
gerenta general Papelesa.

Clara Celi Obaco, una docente del sistema educativo fiscal, redondea su presupuesto asistiendo luego de su horario de labores en el control de tareas. Una labor que representa el 30% de sus ingresos mensuales, una ayuda económica que en el 2020 no obtuvo. “No se puede realizar control de tareas por internet. Así no funciona”. Tampoco son posibles las colonias vacacionales online. Y ese tipo de actividad es la que al término del año lectivo formal promueve María José Zevallos, de Camp Stars, en el sector de la vía a Samborondón. “El año pasado tuvimos que suspender a mitad del programa. Este año lo hemos iniciado, de manera presencial, con pocos grupos y en las casas de diferentes niños. Enviando profesores con las seguridades respectivas”.

Desde mediados de febrero del año pasado Carlos Flores ha mantenido paradas sus dos furgonetas con las que hace expreso en el Almirante Illingworth hace 34 años. “Solo le puedo decir que cada mes que no hay clases dejo de percibir 1.800 dólares. Esa es mi pérdida. Muchos compañeros mantenemos deudas porque hubo necesidad de renovar las unidades”, agrega este guayaquileño, quien asegura que en el Puerto Principal hay 2.300 unidades en este servicio, una buena parte está paralizada. “Trabajé tres meses transportando personal de una camaronera, durante la cuarentena, pero cuando volvieron los buses eso se terminó”.

Por la parte económica, realmente estamos súper complicados, tenemos una fuerte pérdida el  2020, apenas estamos vendiendo un 35% de lo que vendíamos hasta el 2019, lo cual no nos permite mantenernos a flote, hemos tenido que prescindir de un 30% de buenos colaboradores, nos mantenemos al 75% de la jornada laboral. Con lo cual apenas producimos un 45% de nuestra capacidad, con esperanza de que regresaremos poco a poco a nuestro trabajo.

Francisco Ponce Caicedo,
gerente comercial de Industrial Papelera Caicedo Miño

La producción de cuadernos, entre lo más afectado

Hay empresas que como Papelesa, con 50 años de actividad, se vieron obligadas a suspender durante esta pandemia sus actividades productivas. “Alrededor del 50 % de nuestra producción está vinculado al tema escolar como cuadernos y útiles escolares, siendo esta la más importante y la que nos obligó a parar nuestros equipos”, María Gracia Jaramillo, gerenta general.

Ha sido un año complejo, que ha puesto a prueba a todo el mundo. “Es difícil aceptar que después de tanto esfuerzo (planificar una exitosa temporada escolar costa 2020) todo paró de forma imprevista, sin ningún conocimiento de lo que iba a pasar porque nadie conocía esta nueva realidad”, agrega esta vocera. “Puso a prueba nuestra capacidad de resiliencia y adaptación al cambio”.

Algo similar opina Luis Chonillo Castro, fundador de Poligráfica. “Estoy de acuerdo con el retorno a clases por tres importantes motivos. Primero porque los niños y jóvenes no pueden mantenerse un año más sin prepararse. Segundo con las vacunas y el dominio de la enfermedad por parte del gobierno debemos ir retornando a la vida normal. Tercero, que la cadena de los negocios de libros, cuadernos y útiles escolares debe recuperarse para recuperar puestos de trabajo”.

Según María Gracia Jaramillo, “son más de 10.000 empresas en su mayoría micro y pequeñas empresas familiares, generando empleo a más de 40.000 personas de forma directa, más otras indirectas difíciles de cuantificar como uniformes, transporte etc., que se sienten inmensamente afectadas y que hoy más que nunca esperan un retorno a la normalidad”.