Inspiración. Miguel Atre dice que, como todo arte, sus creaciones tienen diferentes interpretaciones.

El arte efimero de equilibrar las piedras

“Lo que hago es un contacto con el origen del ser humano, su necesidad de crear, aprender, elevarse y estar en equilibrio. Con mis manos escojo intuitivamente las piedras, sean grandes o pequeñas, y con mi instinto voy colocándolas una encima de la otr

Equilibrando piedras cada mañana de domingo desde hace cinco años, a la orilla del río Tomebamba, Miguel Atre hace arte.

“Es arte efímero, es el equilibrio de piedras. Las piedras son seres vivos que tienen energía propia”, dice el cuencano de 49 años de edad.

De estatura mediana, ojos negros, cabellera rapada, el hombre llega a las 07:00 de todos los domingos y disfruta el formar figuras geométricas, pájaros, aves, caras, corazones... en fin, cientos de efigies nacidas de su imaginación e iniciativa. “Es una terapia espiritual y de empoderamiento”, comenta.

“De niño, amontonaba las piedras de las orillas de los ríos y trataba de darles formas infantiles, figuras o simplemente las colocaba en hilera”, y entonces nació esta afición.

Son ya las 07:30 y Miguel tiene un conjunto de piedras halladas al azar sobre el lienzo natural que constituye la orilla del río, materia prima que “no cuesta nada”, exclama Atre. Poco a poco va escogiendo las piedras y solo con el “pegamento natural llamado equilibrio” forma las figuras. “Son universos solidificados, las estructuras antiguas que dieron soporte útil a nuevas formas de vida. Bases sobre las que sostenerse, crecer y desarrollarse”, anota el cuencano.

“Lo que hago es un contacto con el origen del ser humano, su necesidad de crear, aprender, elevarse y estar en equilibrio. Con mis manos escojo intuitivamente las piedras, sean grandes o pequeñas, y con mi instinto voy colocándolas una encima de la otra en equilibrios inestables, para formar las figuras”, comenta mientras trabaja en sus obras.

“Aquí hallamos piedritas con formas de pájaros, caras, figuras geométricas, torres, corazones”, detalla el artista mientras, en cuestión de 10 minutos, forma sobre una piedra grande en el piso, una imagen de la planta de un pie. “Hay que ser pacientes”, precisa.

Unos tres metros más allá, en igual tiempo forma un conjunto de flores aprovechando, a más de las piedras, una rama que hace de tallo de la figura.

Miguel concluye su jornada dominical a las 11:00 y afirma que este es “un arte efímero... para que la propia naturaleza lo descomponga, pues es solo un juego”. El próximo domingo ya no estarán las figuras, habrá que diseñar otras. La naturaleza le proveerá el material necesario para ello. (F)