Amenaza impensada

Hace pocos días empezó la discusión en la Asamblea sobre la despenalización del aborto en ciertos casos. Este tema se topa con posiciones muy fuertes, irreconciliables. En ese contexto me enzarcé en una profunda discusión con una de las personas más inteligentes y educadas (instruidas) que conozco. Cuando el debate parecía alejarnos de una posición conciliadora, propuse que el tema se debería dilucidar a través de un plebiscito. Total, si habíamos concurrido a las urnas para decidir si los toros se morían en una corrida, cómo no pedirle al pueblo que se pronuncie por un tema tan delicado como la interrupción intencional de la vida, por la causa que fuere. La reacción violenta de mi contraparte fue: ¡de ninguna manera! Seguidamente me explicó que en su opinión no se le podía pedir al pueblo que vote por algo tan delicado, cuando había votado de forma consistentemente equivocada en el pasado inmediato. Al principio su reacción y argumento me parecieron de risa, especialmente siendo ambos defensores de un modelo de democracia liberal; pero luego me rebotó en la cabeza una magnífica columna de Yuval Noah Harari publicada en El País, titulada Los cerebros hackeados votan. El asunto es que hoy defendemos a ultranza el derecho indiscutible a autodeterminarnos como personas, basados fundamentalmente en el concepto del libre albedrío, el que de alguna manera nos da derecho a nuestros actos, pero nos responsabiliza de la consecuencia de ellos. ¿Mas, realmente gozamos de libre albedrío? Parece que no. Sin contar con las predisposiciones genéticas que hacen a unos más proclives que a otros respecto de ciertas conductas, se están produciendo cambios muy rápidamente; cambios que equivalen a un ‘hackeo’ de cerebros. Imagine solamente a una empresa que accede en tiempo real al reloj que usted usa y que marca su pulso cardíaco; fácilmente sabrá cómo cambia su pulso ante ciertos estímulos, noticias, propuestas de productos, etc. Parece un chiste, no lo es. Ya no es necesario darle un balcón a Velasco para que nos ‘hackee’ el cerebro, ahora se lo puede hacer uno a uno. ¿Impensado, no?