Como la TI amenaza a la democracia

En su momento, Internet y las redes sociales fueron aclamadas como herramientas que crearían nuevas oportunidades de difundir la democracia y la libertad. Twitter, Facebook y otras redes sociales tuvieron un papel clave en los levantamientos populares de Irán en 2009, el mundo árabe en 2011 y Ucrania en 2013-2014. Pero pronto los regímenes autoritarios comenzaron a reprimir la libertad en Internet: tenían miedo del nuevo mundo digital porque estaba fuera del alcance de sus mecanismos de seguridad analógicos. Esos temores resultaron infundados. Finalmente, la mayoría de levantamientos populares motorizados por redes sociales fracasaron por falta de liderazgo eficaz, y las organizaciones políticas y militares tradicionales retuvieron el poder. Estos regímenes incluso han comenzado a usar las redes sociales para sus propios fines. Y si ni siquiera los países más avanzados en tecnología pueden proteger la integridad de un proceso electoral, ¿qué decir de los países con menos conocimiento técnico? La amenaza es global. A falta de hechos y datos, la mera posibilidad de manipulación alimenta teorías conspirativas y debilita la fe en la democracia y en las elecciones, cuando la confianza pública ya se encuentra deprimida. Las “cámaras de eco” ideológicas generadas por las redes sociales agravan los sesgos naturales de las personas y reducen las oportunidades de sano debate. Esto fomenta la polarización política y erosiona la capacidad de los líderes para forjar acuerdos, base de la estabilidad democrática. Asimismo, el discurso de odio, los llamamientos terroristas y el hostigamiento racial y sexual que se han instalado en Internet, pueden llevar a violencia en la vida real. Pero las redes sociales no son el primer caso de revolución de las comunicaciones que planteara desafíos a los sistemas políticos. La imprenta, la radio y la TV fueron revolucionarias en su momento y todas fueron gradualmente reguladas. Las sociedades abiertas deben evitar una reacción exagerada que pudiera debilitar las libertades de las que deriva su legitimidad, pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados. Unos pocos grandes jugadores, en Silicon Valley y otras partes, tienen nuestro destino en sus manos; mas con su cooperación, podemos encarar las falencias del sistema actual. En 2012 convoqué una Comisión Global sobre Elecciones, Democracia y Seguridad para identificación y abordaje de los retos que afectan la integridad de las elecciones y la promoción de procesos electorales legítimos. Solo las elecciones que el conjunto de la población acepta como justas y creíbles pueden llevar a una alternancia de gobierno pacífica y democrática que confiera legitimidad al vencedor y protección al perdedor. Bajo auspicio de la Fundación Kofi Annan me dispongo a convocar una nueva comisión -que esta vez incluirá a los cerebros de las redes sociales y la tecnología de la información (TI), y a líderes políticos- para que ayuden a resolver estas nuevas cuestiones cruciales.

La tecnología no se detiene, y tampoco debe hacerlo la democracia. Hay que actuar pronto: los avances digitales pueden ser solo el comienzo de una tendencia irrefrenable hacia un mundo orwelliano controlado por un Gran Hermano, en el que millones de sensores en teléfonos inteligentes y otros dispositivos reúnan nuestros datos y nos hagan vulnerables a la manipulación.