Alto al femicidio

Es aterrador. Casi no hay un día en que los diarios no nos traigan la noticia de algún femicidio, el asesinato de una mujer, joven por lo general, por mano de su exconviviente o excónyuge, simplemente en razón de negarse a reanudar una relación a la que la mujer dio término cansada de ser golpeada o maltratada por su expareja; asesinatos que en su mayor parte se cometen frente a los hijos de ella o de ambos, añadiendo al horror el trauma indeleble del hecho de sangre en la psiquis de los niños o adolescentes. En ocasiones cuando el victimario es muy joven, el asesinato se da como cumplimiento de una consigna machista: “Mía o de nadie más”.

El hecho de que las mujeres en peligro de ser victimadas hayan obtenido de la justicia la emisión de “boleta de auxilio”, en la práctica sirve muy poco pues debe ser entregada a un agente policial que no puede estar todo el tiempo protegiéndolas de posibles ataques. Lo que sí puede ayudar y se debe remediar de inmediato es la colaboración de la prensa para, por lo menos, evitar que los femicidas no purguen su cobarde y horrendo crimen, que como está acompañado con frecuencia de exhibicionismo machista, será casi siempre delito “flagrante”, es decir, descubierto en el momento mismo o inmediatamente después de cometido, por lo que deberá facilitarse su captura aportando los datos de su identidad, nombres y apellidos completos, fotografías si las hay y sobre todo la acción comunitaria para aprehender de inmediato al asesino y hacerle sentir el repudio social por su acción criminal hasta que sea entregado a la Policía. Pero, además y sobre todo, que la Asamblea Legislativa retome su tarea específica y, complementando el propósito que tuvo el presidente Lenín Moreno al crear el bono estatal para víctimas de femicidio, establezca como norma legal que la sentencia condenatoria contra el victimario contenga la imposición automática de una pensión penal por femicidio en beneficio de cada uno de los hijos o hijas de la madre asesinada, sean o no hijos del femicida e independiente de la pensión alimenticia a la que estaría obligado en caso de que los menores huérfanos fueran sus propios hijos. Aunque la carencia del cariño materno brutalmente cortado por el bárbaro femicida será siempre incompensable.