Ajuste en recesion
La economía atraviesa por un profundo ciclo recesivo. El desequilibrio macroeconómico radica en el déficit fiscal que, al restar los ingresos del IESS, se sitúa en el 9 % del PIB -una magnitud insustentable.
El problema no es coyuntural, por la caída de los ingresos petroleros: es una desviación de tipo estructural. Salir del problema requiere de soluciones que deben pasar por el trabajo de “desmantelar” todo gasto que esté sobredimensionado, que sea un fracaso de concepto o gestión, haya dejado de tener prioridad, o no sea oportuno.
El Estado ecuatoriano está hipertrofiado. La planilla burocrática se ha triplicado; el rubro “otros” (inclasificable, y por lo tanto lleno de arbitrariedades) resulta ser el segundo en importancia por su magnitud; y los gastos financieros suben exponencialmente como consecuencia del agresivo y oneroso endeudamiento gubernamental. Se requiere reestructurar el perfil de la deuda pública, pues el grueso de los pasivos se vence en los próximos cinco años. Se necesita, finalmente, establecer las condiciones para que el sector productivo retome el liderazgo de la inversión, empleo y crecimiento, pues constituye el modelo más eficiente y socialmente óptimo para resolver los problemas del empleo y la marginación.
La política económica vigente exacerba los problemas. La subida del encaje bancario no tiene presentación, y despierta la sospecha de que es un mecanismo para extraer recursos de los depositantes de la banca para permitir que el Banco Central continúe financiando al gobierno. La Ley de Plusvalía es un proyecto retrógrado que al desconocer las leyes del mercado, ignora el impacto de la inflación causada por el propio gobierno, y mira a la obra física del sector público como justificativo para la incautación de recursos, olvidando que toda la obra se financia con dineros de los contribuyentes. Finalmente, la Ley de Herencias, podría ser un desafío a la indignación del público frente al afán mordaz del Estado de apropiarse del patrimonio de las personas.
Se producirá una transición de gobierno en plena crisis. De no mediar correctivos cabe pensar que la actitud gubernamental es, como la de Luis XV: “después de mí, el diluvio”.