Adios Juan Gabriel

Hacer un paréntesis o abrir una puerta para exhibir el amor fantástico que se siente por la música es buena cosa. Pues, inmejorablemente, como titula una canción de Braulio, a mí me amamantaron con boleros. “Tú escuchas música de viejos”, me decían mis amigos en el colegio. Unos cuántos años más tarde, Luis Miguel sacó sus discos de boleros y a diferencia de muchos, me los sabía de memoria. Los había oído interpretados por Chucho Avellanet, Tito Rodríguez, Marco Antonio Muñiz, Armando Manzanero, etc. No se puede ver el punto final de la lista de artistas y canciones almacenada en mi memoria. Mejor así, la vida tiene tantas hondas experiencias que mientras más acompañado estés por la música, mejor.

La música es la creación más grande de la humanidad. No creo que nada convoque más, ni que pueda colocarnos en una sensación de igualdad, rendidos ante el tejido de las notas musicales, de las exquisitas voces de los cantantes. La música, diría yo, es lo más fiel que tiene el silencio de nuestro corazón. Ella se atreve a zambullirse donde pensábamos que solo habitaba el vacío, donde no había recuerdos, ni afectos, ni esperanza; se pasea, sale de nosotros y se va, y deja su huella haciéndonos parte de ella para siempre. Así nomás. Intuyo que el artista lo sabe, sospecho que los cantantes en especial conocen todo lo que la música provoca en nosotros; se preparan, la escriben, eligen su orquesta, sus trajes, sus coros y exhiben todo ese arte en espectáculo. De esos grandes fue Juan Gabriel y seguramente, a pesar de todas sus adversidades, tiene la certeza de que nos hizo compañía en una de esas tantas hondas experiencias. Lo que más sorprende es que no tuvo amor filial o por lo menos es un hecho que no se niega en ninguna de sus historias; pobre, sin estabilidad, solo, se volcó a generar amor a través de su música. Perdón, no “su” música, sino de aquellos a quienes él quiso regalarla. ¡Cuántas canciones escribió para otros! Juan Gabriel se regaló a la multiplicación de la música. Por eso causa vergüenza ajena escuchar comentarios sobre su vida íntima, por parte de gente que seguramente tiene chata el alma. Solo quien no recibe con profundidad el valor de lo que le están regalando puede comentar cosas tan estériles.

Estamos despidiendo a Juan Gabriel, respetando toda su historia, agradeciendo su entrega y deseándole paz en la bendita eternidad prometida ¡Adiós Juan Gabriel!

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