9 de Octubre: celebracion local
Presumo que el nuevo ministro de Cultura estará en su cargo hasta el fin del actual periodo presidencial. Esto es, pienso y quiero que el presidente Moreno complete su tiempo sin mayores contingencias, dañinas al interés de la República.
Por eso, y con oportunidad suficiente, me permito recomendarle al ministro, y porqué no, también al presidente, que comiencen a preparar con la anticipación debida los festejos propios de una gran fiesta nacional: la conmemoración de la Independencia de Guayaquil, que dio paso, luego del esfuerzo precursor del 10 de Agosto de 1809, a la independencia del Ecuador en Pichincha.
Conste que así como respecto al “primer grito” hay que destacar la figura de Eugenio Espejo, bien valdría, como plantea el general José Gallardo en un libro que me ha hecho el honor de solicitarme que escriba el prólogo, satisfacer con motivo del bicentenario la deuda que mantenemos en ámbito nacional con José Joaquín de Olmedo. Olmedo no es únicamente Guayaquil por el 9 de Octubre de 1820. Es Ecuador, por haber hecho posible, apoyando a Sucre, que el cumanés logre triunfar en la batalla del Pichincha en 1822 y después, consolidándolo como república, el 6 de Marzo de 1845.
Olmedo, valga recalcarlo, es nuestra América en las Cortes de Cádiz de 1812 y en su contribución a las victorias por la independencia. También en sus poemas dedicados a los héroes de la libertad americana.
Es, con otros como Rocafuerte, esencia pura del viejo guayaquileñismo impregnado de altruismo pero, por ello mismo, reservorio permanente de una consigna eterna: Guayaquil por la patria.
Por lo señalado, la próxima celebración de los doscientos años de vida independiente que conmemora Guayaquil, no puede ser estimada como un hecho local pues se trata de un acontecimiento de trascendencia nacional y continental. Más allá de lo que la ciudad y la provincia lleven adelante, es obligatorio que el Ecuador, y por sus gestiones el continente, le otorguen al próximo bicentenario el tributo que el esfuerzo cumplido amerita, reconociéndolo, tal cual ocurrió antes con el abrazo de Bolívar y San Martín.
P. S. Vive la France!