Quito

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Son 36 casetas donde se comercializan mochilas, de estas solo ocho siguen abiertas al público.Franklin Jácome

Casetas abandonadas, el temor de los comerciantes en La Marín

Hay locales comerciales que son considerados peligrosos e insalubres

Un ambiente de inseguridad y soledad se siente entre las calles Pichincha y Don Bosco. En esta zona del sector de La Marín existen 36 casetas dedicadas a la venta de mochilas y de implementos deportivos. De estas, solo ocho están abiertas al público, sus dueños se resisten en abandonar el lugar.

Los propietarios de estos locales dicen que los clientes ya no llegan por temor a la inseguridad. El sector se ha convertido en un lugar sombrío. Los habitantes de calle y delincuentes destruyeron los techos, sacaron las tejas, rompieron los candados de las puertas para vivir y consumir sustancias ilícitas.

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Entre las casetas se encuentra todo tipo de desperdicios y el olor a podrido y a heces inunda la zona. Las pocas personas que transitan por el lugar deben cubrir su nariz y boca. Ese olor nauseabundo llega a los comerciantes que aún tienen sus locales de mochilas a pocos metros.

Alexandra Valdospinos tiene 56 años y 46 los ha dedicado a la venta de mochilas.

Es triste ver cómo un negocio de años se va a la quiebra por la inseguridad. Solo pido a las autoridades que intervengan la zona y hagamos un trabajo en conjunto.

Alexandra Valdospinos
​comerciante sector La Marín

Un sentimiento de impotencia inunda su relato y empieza a llorar. Recuerda que cuando era niña en época escolar, las mochilas se vendían como “pan caliente”. Disfrutaba clasificarlas por colores, diseños y precios para que los clientes puedan escoger su preferida.

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El comercio se ve afectado, los clientes ya no acuden al lugar. Los propietarios no pierden la esperanza de que se rehabilite el lugar.Franklin Jácome
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Con el transcurso del tiempo, la delincuencia se fue desplazando al sector y fue evidencia de la disminución de las ventas cuando se diseñó la vía de la Ecovía hace más de diez años, y quedaron aislados.

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Alexandra indica que desde ese momento la zona se volvió insegura y, a pesar de las quejas a las autoridades de turno, no han recibido atención.

“Dicen que como es propiedad privada no pueden intervenir, pero sí podrían hacer operativos, poner presencia policial porque no somos los únicos afectados por los robos”, añade.

Hernán Quito, concuerda con esta versión, dice que entre los ocho comerciantes se han organizado para evitar los robos. Pero no es suficiente. Confiesa que ladrones siempre hubo por el sector, pero no tanto como se percibe en la actualidad.

Antes laboraba con tranquilidad, ahora no, el temor los invade en su trabajo de años.

Sentados en sillas colocadas en la vereda, Quito y sus colegas conversan mientras observan pasar a personas que ya tienen identificadas como ‘amigos de lo ajeno’. “Uno no puede hacer nada. Automáticamente, toca estar callado, hacerse el que no ve, no mira”, sentencia. Su mayor miedo son las represalias.

Los predios abandonados se convierten en su guarida para guardar droga y también en foco de insalubridad por los malos olores que se generan.

Javier Churo 
​Morador sector La Tola 

Rosario Quiroga vive en el sector, dice que los ‘arranchadores’ operan a cualquier hora del día, ni siquiera esperan a la noche. No hay diferencia entre las 11:00 o las 15:00. Con luz o sombra, atacan. Si un transeúnte es ajeno al barrio y camina sin precaución, lo más seguro es que se convertirá en víctima.

Según datos de la Policía Nacional, los robos en el distrito Manuela Sáenz, con respecto a los robos a unidades económicas, disminuyó en un 38 %, es decir que durante el 2023 se registraron 116 robos, mientras que en el 2022 se dieron 186 casos. De igual forma, el robo a personas disminuyó a 679 durante este periodo. De enero a noviembre del 2022, 814 personas fueron víctimas de la delincuencia.

Juan Carlos Rojas, dirigente del barrio de San Blas, menciona que las personas utilizan las casetas para guardar lo robado o para el microtráfico. En la administración del exalcalde Jorge Yunda se ofreció la intervención de estas casetas. “Se soldaron los candados, sin embargo, al ser predios privados, existe una normativa municipal que impide que se intervenga y esto genera preocupación en los dueños”, explica.

Por tal razón, los propietarios han abandonado estos locales debido a los robos. Estos espacios ya no son rentables para tener un negocio y ahora se utilizan como bodegas o están vacías.

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