Quito

Jóvenes Contra el Cáncer - Quito
Insignias. Los condecorados compartieron con familia y amigos la algarabía del reconocimiento a su lucha.Karina Defas

El cáncer no apaga los sueños de los “guerreros”

70 niños y jóvenes que luchan contra la enfermedad fueron condecorados El premio simbólico es un mérito a sobrellevar con valentía este obstáculo

Dicen que cada guerrero tiene marcado en sí la historia de las batallas que ha enfrentado. Son luchadores a quienes una insignia les motiva a seguir.

“Hay momentos en los que sí siente que vas a desfallecer y en los que dices ‘preferible que esto se acabe’, pero siempre hay un algo que te dice que debes seguir luchando”, confiesa Paúl Almeida, a quien le detectaron cáncer al cerebro hace más de cuatro años.

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Su tipo de morbilidad afecta las capacidades del lenguaje, y aunque se expresa con una ligera lentitud, sus palabras e ideas dejan ver la lucidez de su pensamiento.

“No podía mover la parte derecha del cuerpo ni hablar. Entendía todo, pero no podía hablar, eso era frustrante”.

Después de dos cirugías y muchas sesiones de quimioterapia y radioterapia, hoy se encuentra en la recta final de la lucha y solo espera el resultado de una resonancia magnética para saber si le darán el alta.

Su sueño es volver a entrenar Kung-fu. En el pasado fue seleccionado nacional y aunque reconoce que no podrá hacerlo con misma fuerza, su voluntad es de seguir haciendo deporte. Está orgulloso del distintivo que hoy lleva.

“Es una medalla a su actitud positiva, a su ñeque, a su garra y coraje para enfrentar no solo la falta de medicamentos, de tratamientos, de diagnósticos oportunos sino a veces la misma indiferencia de la ciudadanía”, dice Gustavo Dávila, director Nacional de Jóvenes Contra el Cáncer, que patrocina el simbólico acto.

Su labor tiene el objetivo de desmitificar la lucha contra el cáncer “se debe ver con respeto, con honor, con prioridad una enfermedad que muchas veces se la veía como sinónimo de muerte, incluso contagiosa, y la muerte se alejaba”

Él perdió a un hijo suyo años atrás, pero ahora es “como tener 1380 hijos... más de 486 de ellos en el cielo, pero que nos cubren y nos dan ánimo para continuar día a día”.

Para Julio Poma, padre de Keyla, quien perdió su pierna a causa de la enfermedad, la labor de la organización abarca una ayuda integral que se enfoca en lo emocional. “A través de los talleres, de la inclusión de los pacientes hacen que tengan una mejor expectativa de vida, que miren a futuro con metas y esperanza”. Esta noticia tampoco es fácil para un padre y él también recurrió a la ayuda emocional.

“Es la aceptación de un diagnóstico para trabajar en el ser y luego el tema de inclusión laboral, académica y social”, dice Dávila con alegría.

Y es que para estos guerreros es como tener una familia que los motiva a no sentirse avergonzados por una enfermedad, sino orgullosos de hacer todo lo que en sus manos está por vencer en la batalla.

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