Respuestas que no son

Es ofensivo para los ciudadanos que la clase política nacional esté breada en el intercambio de improperio y ofensas, así como en la siembra de silencios cuando deben responder por su gestión o sus patrimonios’.

Los políticos de Ecuador no van a pasar a la historia como ejemplos ni de oratoria ni de dialéctica. Unos no responden ni con palabras bonitas ni de mala gana a cómo han vivido a todo tren durante dos décadas de donar su sueldo. Otros lanzan dardos más propios de peleas de barrio que de palacios presidenciales. Un esperpento para el país.

Es ofensivo para los ciudadanos, para los contribuyentes, para los votantes, para las futuras generaciones y hasta para los espectadores de fuera que la clase política nacional esté breada en el intercambio de improperios y ofensas que ni solucionan ni agravan los problemas del país, simplemente, son asuntos de índole personal. En lugar de desviar la atención a la polémica por chabacanería, lo respetable y justo para el pueblo ecuatoriano sería que se prepararan para gobernar cuando les toca y desde el ámbito que les toque. Que aprendan a comunicar con diligencia y precisión. Que sean solventes a la hora de dar cuentas y responder a los cuestionamientos, tanto de su gestión como de sus deslices en el tiempo de mandato. De eso, nadie sabe. En esas situaciones, el silencio reina. Y el eco de las preocupaciones irresueltas rebota desde lo municipal hasta lo central.