Redefinir el régimen de partidos políticos

Entre las reformas urgentes requeridas para robustecer la institucionalidad democrática es prioritario elaborar una nueva ley de partidos’.

Si un observador extraplanetario contrastase las modernas conceptualizaciones sobre democracia con lo que en la práctica sucede en los países donde se dice que existe, su sorpresa sería mayúscula al constatar que en casi ninguno de ellos hay la debida institucionalidad que permita así denominarlos.

Otra razón para desconcertar al extraterrestre sería oír hablar por todos lados sobre la crisis de la democracia en América Latina.

¿Cómo puede estar en crisis lo que no existe sino por excepción?

Si se reflexiona sobre la interrogante aquí planteada, surge una rápida certeza: es evidente que si hay algo en crisis en relación con democracia son los partidos políticos que deberían construirla.

De instrumentos de capacitación, organización y participación popular se degradaron a meras organizaciones electoralistas que agitan sus banderas y sus desteñidos principios solo durante las campañas para elegir representantes populares.

Peor todavía, el afán por robustecerlos financiándolos con fondos públicos, dio lugar a una intolerable proliferación que agudizó su degeneración y ahora es urgente corregir.