Editoriales

La promesa incumplida

Si el Estado no es capaz de dotar de seguridad a sus contribuyentes, tal vez le toque a los ciudadanos.

El anhelo de seguridad quedó en eso... en un anhelo. Muchos buscaron y siguen buscando cambiarse a las urbanizaciones cerradas por un poco más de seguridad, pero queda claro que ahora ni amurallarse es suficiente para estar seguro en casa. Actualmente los grupos delictivos ingresan con una facilidad sin parangón a las urbanizaciones cerradas para asaltar y hasta asesinar sin ningún reparo.

Es una promesa incumplida. La inseguridad sobrepasó los muros. Y los ciudadanos son los que siguen pagando por servicios que no reciben. Por seguridad, hay quienes cancelan hasta dos veces por este derecho: a través de los impuestos que van a la Policía Nacional y a través de un servicio privado para quienes pueden costearlo. Por el derecho a la salud, al menos tres veces: a través de los impuestos, del Seguro Social y de un seguro privado -también quienes pueden-.

Esto es totalmente injusto. Si el Estado no es capaz de dotar de seguridad a sus contribuyentes, ni tampoco el sector privado a quienes son sus clientes, tal vez le toque a los ciudadanos hacerlo. El tiempo de exigir lo que es un derecho de todos puede estarse agotando, y de la demanda a la acción hay un paso. Es un escenario al que nadie quiere llegar, pero las circunstancias están dibujando un panorama fértil.