Editoriales

Es el momento de renovar la clase política

El país no logrará forjar un futuro de prosperidad en ausencia de la ética pública y la convicción de servicio.

Los ecuatorianos juzgan que su clase política es impresentable y ese desprecio se ve reflejado en las calificaciones que le dan, consistentemente, al Ejecutivo y al Legislativo. Este último resulta ser el sitio escogido para que gente descalificada moral, intelectual y profesionalmente gane notoriedad, ejerza poder, trafique influencias y cobre diezmos. El problema, sin embargo, es generalizado pues se lo observa en todos los niveles de la función pública, haciendo de esta una ocupación vergonzante.

Los partidos y movimientos políticos son los responsables de mejorar la calidad de sus candidatos; no tan solo para la Legislatura, sino para todas las dignidades, desde el presidente hasta los consejeros y concejales, pasando por prefectos y alcaldes. Estos, hombres y mujeres, deben reunir los perfiles de cultura política, solvencia intelectual y honradez en todas sus manifestaciones. El país no logrará construir un futuro de prosperidad en ausencia de la ética pública y la convicción de servicio. Habrá que forjar compromisos entre gobiernos y sociedad civil, estableciendo objetivos claros, tener un “proyecto de país” no como un cliché o utopía, sino como una propuesta de una nueva nación.