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El ciudadano merece vivir en un país en paz, en el que los políticos busquen soluciones efectivas a los problemas comunes. El pueblo es el mandante

El término de los 365 días del año en la política ecuatoriana no significa concluir etapas ni solucionar problemas, peor pugnas. La destreza de los políticos de ahora está en presionar el botón de pausa durante las festividades para activarlo nuevamente en el año siguiente, como si de esa manera hicieran patria. No pueden estar más equivocados en sus actuaciones, las que merecen el más grande repudio de la nación porque conspiran contra el bienestar común.

El 2022 acaba con brechas abiertas por doquier. La Asamblea Nacional, en pugna con el Ejecutivo; el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, en su combate interno para inclinar la balanza hacia una mayoría; la justicia, metiendo sus manos en las decisiones de casi todos los poderes del Estado, con la polémica herramienta de las acciones de protección. En medio de los conflictos y de las desatenciones están el ciudadano común, la clase trabajadora y las empresas honestas que siguen pagando sus impuestos para sostener a un Estado obeso que no retribuye a sus mandantes.

Los ecuatorianos merecen vivir en paz, en armonía, con un poder político que trabaje para el beneficio del pueblo y no de sus intereses. La disidencia es sana, pero no la que busca desestabilizar a las instituciones y carcomer sus bases. A esa hay que rechazarla siempre.