El gran agujero negro
Ecuador tiene un sistema judicial pero solo en apariencia. Cuando no es el dinero el que permea, es la incapacidad. Siendo un decorado, nada va a cambiar para mejor. Hace falta endurecer al acceso y mejorar las condiciones de ejercicio’.
Si un conductor borracho mata a una persona, la familia de la víctima es recompensada a través de un juicio y el culpable, castigado por los tribunales. Si un alcalde es corrupto, es denunciando y condenado en un tribunal que, además, dispone la incautación de lo robado. Si un estafador vende casas y no las entrega, los afectados recuperan su dinero con demandas y el timador va a la cárcel. Esas cosas, en teoría, también pasan en Ecuador.
En apariencia, hay un sistema judicial al que se puede recurrir cuando hay conflictos, se cometen delitos y se buscan indemnizaciones por daños. Pero solo en apariencia. Porque la Justicia ecuatoriana -desde la última pieza hasta la de mayor jerarquía- son un decorado. Cuando no permea el dinero, en forma de arreglo o de soborno, lo hace la incapacidad o negligencia. Y se convierte así en la madre de todas las corrupciones. Cuando todo el mundo sabe que no habrá ningún lugar al que recurrir, pasan dos cosas: los honestos se dan por perdidos y los deshonestos hacen el agosto.
Nada va a cambiar para bien -para mal aún podría ser- mientras el sistema judicial no se depure y, para ello, hay que empezar por endurecer el sistema de acceso, la educación y las condiciones de ejercicio de esos puestos.