Editoriales

Hasta cuándo se espera

El ministerio del Ambiente tiene su parte de culpa en esta problemática, de la que no se excluye a quienes invadieron terrenos de las lagunas de Samanes

Los vapores tóxicos de las lagunas de oxidación de Samanes están en el aire y llegan a los pulmones, los nervios y la piel de los guayaquileños. Pese a la grave afectación, muy lejos de acabar porque no hay a la vista ni soluciones ni reparaciones al daño causado, la ciudadanía está aletargada. Los porteños y samborondeños deberían considerar demandar al Municipio de Guayaquil, a Emapag y a Interagua. Triste papel el de la Defensoría del Pueblo, que no ha salido a cumplir con su labor de velar por el bienestar de la población.

Los habitantes de Guayaquil y Samborondón no pueden seguir expuestos al riesgo de enfermarse por la inhalación de vapores nocivos y nauseabundos, no merecen ser tratados con desprecio por una institución que ha estado más de veinte años cobrándoles por un servicio de procesamiento de aguas servidas. La concesionaria no solo afecta la salud de ecuatorianos, también habría contaminado el Daule al evacuar aguas de alcantarilla sin tratamiento previo.

Las medidas reparatorias urgen porque lo que está en juego es la salud de todos. Hasta cuándo las autoridades eluden sus responsabilidades por no inspeccionar y sancionar adecuadamente la labor de Interagua. El ministerio del Ambiente tiene su parte de culpa en esta problemática, de la que no se excluye a quienes invadieron terrenos de las lagunas de Samanes.