Cartas de lectores | La cultura, un muro de contención
El Ministerio de Educación debe empezar por garantizar que los maestros tengan un grado cultural mínimo
Desafortunadamente, en Ecuador estamos viviendo una generalización de la incultura.
Estamos a merced de políticos y funcionarios que muestran, de manera clara y descarnada, una falta de cultura espantosa. Asambleístas que hablan mal: “resolvido”, “descubrido”, “capturación”, o que muestran su vulgaridad u ordinariedad circunscribiéndose a insultar o rebuscar argumentos para criticar (a veces de manera realmente infantil) a sus opositores políticos, como cuando una asambleísta y un expresidente enfatizan en un error de tipeo como “incisio” para tachar de ignorante al Gobierno y a sus funcionarios.
El origen de todo esto está en una educación deficiente, que durante muchos años ha estado dominada por un partido político abiertamente dogmático como el ex-MPD (actual Unidad Popular), cuyas actividades más relevantes han sido la agresividad, la protesta, y no la excelencia de sus miembros, quienes han confundido la combatividad con la superación cultural y educativa que corresponde a maestros que buscan la superación de sus estudiantes.
La formación, que es la combinación de la educación formal con la enseñanza familiar, lamentablemente deteriorada por los factores antes mencionados, que han imperado por muchos años, produciendo las generaciones que hoy dominan el quehacer nacional en todos los ámbitos, han dado como resultado las mediocridades antes mencionadas.
Para contrarrestar la invasión de los mediocres es necesario que se fortalezca la culturización de los estudiantes; tardarán varias generaciones en este viaje de superación, pero es necesario empezar ya. El Ministerio de Educación debe empezar por garantizar que los maestros tengan un grado cultural mínimo, que hayan leído un mínimo que asegure que sus enseñanzas serán equilibradas y bien orientadas, que esas lecturas sean las adecuadas para esperar mentalidades libres, democráticas, exentas de dogmatismos o fanatismos de cualquier tipo, y, esto empieza por las exigencias en las universidades.
Una persona culta medita y controla sus expresiones, mide sus palabras, utilizando a la cultura como ese muro de contención para evitar que los derrames mentales salpiquen de incultura a los contrarios y al pueblo en general.
José M. Jalil Haas