Editorial | Solo queda seguir

Era obvio que los periodistas iban a estar en la mira de los narcotraficantes y sus compadres

El periodismo es una labor de riesgo porque decir la verdad -dependiendo de las fibras que se tocan- es riesgoso. Quienes ejercen esta profesión son conscientes de eso y pese a aquello continúan honrándola al desenredar más el ovillo de la corrupción. Las develaciones del caso Metástasis siguen sacudiendo, pero no sorprendiendo. Era obvio que los periodistas iban a estar en la mira de los narcotraficantes y sus compadres porque no les conviene que sus nombres y sus andanzas aparezcan en los medios de comunicación. Lo que sí sorprende, y mucho, es la falta de reacción del Estado, llamado a garantizar la labor del periodismo. Es impresentable que Cancillería, hasta ahora, no emita al menos una nota de protesta al Gobierno de Estados Unidos, desde cuyo territorio un prófugo de la justicia ecuatoriana, de acuerdo a los chats revelados, planificaba con un narcotraficante un intento de atentado contra la vida de periodistas. Y también sorprende que no diga ni una sola palabra al Gobierno de Bélgica, que acoge al expresidente que sirvió de ‘campanero’ de los fugados de esta gran trama.

Sí, es una profesión de mucho cuidado. Está claro. Hay que tomar precauciones. También está claro. Sin embargo, será inevitable no mirar hacia los prófugos de Estados Unidos y Bélgica si algo le llegase a suceder a cualquier periodista de este u otro medio por el simple hecho de hacer su trabajo.