Ecuador vive una crisis tan integral que todo escenario, cualquiera sea el ámbito en que este se sitúe, debe ser aprovechado para transmitir información e ideas que aporten a la superación del caos que se atraviesa.

En la Asamblea ya no llama la atención que las jornadas se dediquen a promulgar resoluciones irrelevantes -como aquella de fijar un día para enaltecer un producto de repostería-, postergando el tratamiento de problemas en verdad urgentes. Lo hacen por estrategia, para alargar tiempos cuando así conviene por intereses o acuerdos políticos, y también porque un gran porcentaje de asambleístas no dominan y en algunos casos hasta desconocen, por falta de preparación profesional, los temas legales, financieros o técnicos implícitos en el debate de leyes que realmente serían útiles en el proceso de transformación que el país requiere para salir del subdesarrollo, la corrupción, la impunidad y la inseguridad jurídica.

Pero esa falta de criterio -intencionada o no- que se da en el Legislativo, no puede repetirse en otros foros ciudadanos, donde deben plantearse temas, propuestas o posturas que lleven a las feligresías y a la comunidad en general a reflexionar y debatir sobre ellos dentro de los hogares, o entre profesionales y amigos, y así llegar a definir las acciones cruciales e inaplazables que se deben implementar a todo nivel para sacar adelante al Ecuador.