Editorial | Desborde de cables y desidia

Varias han sido las administraciones que han prometido soterrar los cables pero apenas unas pocas zonas del norte de la ciudad los tienen bajo tierra

Quito no aguanta más el espectáculo de los cables que se acumulan en los postes que son propiedad de la Empresa Eléctrica, la cual pertenece, a su vez, al Municipio capitalino. No se trata únicamente del afeamiento de la ciudad, que está llegando a límites insoportables, sino también de la afectación de los postes, muchos de los cuales están cediendo al peso, convirtiéndose en un peligro para la seguridad de los ciudadanos. Lo más insólito es que una gran cantidad de los cables que hacen esos tallarines visualmente contaminantes no están en uso. Es decir, son cargas inútiles que atentan contra el ornato de la ciudad, ponen en riesgo sus bienes y amenazan la vida de los quiteños.

Varias han sido las administraciones que han prometido soterrar los cables pero apenas unas pocas zonas del norte de la urbe los tienen bajo tierra. Lo preocupante es que no se ve que los organismos de control del Municipio estén poniendo límites a la colocación de nuevos cables y peor ordenando que se retiren los inservibles. Tampoco se ve que la Agencia de Regulación y Control de las Telecomunicaciones, Arcotel, organismo de control de las telecomunicaciones, haya tomado cartas en el asunto. Es un problema que se replica en Guayaquil. Ninguna ciudad ecuatoriana merece de sus autoridades tanta desidia.