Disipar el ruido

El silencio acompaña siempre a las autoridades ineficientes que, en lugar de corregir sus desaciertos, esperan que el mutismo los entierre bajo la alfombra. Como si eso fuese la solución definitiva’

Dejar que se enmudezcan las críticas o los señalamientos nunca será una solución. El efecto es parecido, pues si el tiempo acalla el ruido que generan los problemas, podría parecer que ya no los hay. Pero es claramente una estrategia muy arriesgada.

Se deja de hablar de los enfrentamientos carcelarios y una mañana de lunes cualquiera amanece con un sangriento ataque que deja casi medio centenar de muertos. Si podría haberse evitado, si había forma de detectarlo o de frenarlo es algo que solo se puede concluir si la conversación y el análisis de soluciones fuese duradero. Los altibajos que vienen con la atención mediática para cada coyuntura solo desgastan la imagen de la autoridad, anestesian la capacidad de asombro e indignación del ciudadano y, finalmente, dejan intacto el asunto a resolver.

La lógica es tan aplastante que no merecería ni una línea, pero la práctica contradice a la reflexión. Por silencio mueren las crisis carcelarias hasta que aparece la siguiente. Por silencio mueren los casos de corrupción. Por silencio mueren las investigaciones bursátiles. Las obras mal hechas. Los deslaves de las quebradas. El robo en los hospitales. La falta de medicinas en centros públicos. Los abusos sexuales en escuelas. Las promesas incumplidas. Y así, hasta acabar la página.