Editoriales

Ni control ni descontrol

"Tan vano resulta poner un mecanismo de control a las contrataciones públicas como dejarlo al descontrol. Teniendo en cuenta la permeabilidad de la corrupción en los altos cargos, no hay filtro que sea eficaz"

A estas alturas, no se sabe qué es mejor para el país: poner un mecanismo previo de control que ralentiza la contratación pública o mantener un sistema de supervisión posterior que es más ágil a la hora de ejecutar proyectos pero que, como se ha visto en la práctica, deriva en obras con estudios estériles y que es sorteable en última instancia a punta de coimas para desvanecer las sanciones.

Sea como sea, los recursos de los contribuyentes se van por el agujero de la corrupción. Y con ello, el progreso del país, la solución a los problemas sociales estructurales y la credibilidad en las instituciones. La corrupción ha permeado tanto en el país que, prácticamente, es lo mismo tener control que descontrol en la ejecución de infraestructura y proyectos de interés nacional.

Cuando el mismo órgano de control está inmerso en escándalos e investigaciones y se antoja necesario establecer filtros de vigilancia al vigilante del buen uso del dinero público es cuando el sistema estalla. Es cuando queda demostrado que hace falta más que establecer sistemas de revisión para evitar las irregularidades. La depuración institucional no puede hacerse sin un componente personal. Funcionarios sin valores férreos se tuercen: o por presión o por predisposición.