Editoriales

Concesión y beneficio

"Optar por una concesión para dotar de infraestructura a una ciudad, provincia o país debería responder siempre a una fórmula de triple beneficio: para el privado, para la administración y, sobre todo, para el ciudadano"

Está generalizada la máxima de que una concesión genere utilidad para el actor privado que pone sus recursos, su ‘know how’ o su administración al servicio de una ciudad, provincia o país para dotar o ampliar una infraestructura que si debiera costearse con asignaciones presupuestarias sería inviable o inasumible en el corto plazo. Sin esa ganancia garantizada, nadie mostraría interés en los proyectos.

No obstante ese punto de partida, la elección de la concesión debería funcionar como una fórmula ganar-ganar-ganar. Beneficio para el concesionario, beneficio para la autoridad y, sobre todo, beneficio para los ciudadanos. Si la ventaja desaparece para una de las partes, lo lógico sería un replanteamiento de lo acordado para rebalancear la ecuación. Principalmente, si el desequilibrio carcome las arcas públicas o el interés de la población que es quien, a fin de cuentas, está poniendo los recursos a través de los impuesto.

En ese ideal de mantener una triple satisfacción, resulta imprescindible que las partes cumplan con una revisión puntual y regular sobre cómo se está cumpliendo el contrato y qué resultados está dejando. No vaya a ser que después de 20 años, la contabilidad deje signos negativos en el bienestar social.