Editoriales

¿Una ciudad para vivir?

Lo que debería ser un conglomerado apto para seres humanos, es un conurbano caótico, sin sentido de dirección y vocación. Las falencias en la zonificación han pasado cuentas enormes y fortunas para unos pocos

Cuando se mira el conjunto de lo que hoy se conoce como Guayaquil Metropolitano, nos embarga la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue. Lo que debería ser un conglomerado apto para seres humanos, es un conurbano caótico, sin sentido de dirección y vocación. Las falencias en la zonificación han pasado cuentas enormes, y fortunas para unos pocos. Donde debería haber abundante verdor, predomina el gris del concreto pintarrajeado; los sitios que deberían ser reservados para parques han dado paso al hacinamiento; las vías principales, a ratos las únicas de acceso y salida, son escenarios de embotellamientos de tráfico y generadores de contaminación ambiental; se da permiso, desde Mocolí hasta la vía a la Costa, para subir inordinadamente la densidad poblacional, mientras la provisión de servicios básicos se rezaga y, cuando estos llegan, la calidad de los mismos deja tanto que desear como los valores abusivos de las planillas que los proveedores, públicos o privados, cobran. Vivimos de espalda al más hermoso río del cual la naturaleza nos pudo dotar, y es el Salado un sumidero de desperdicios.

¿Qué clase de administradores tenemos? Dado el estado de cosas, son dignos representantes de una galería de figuretis.