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La banalidad de la política

"Los asesores aprovechan cualquier espacio en los medios de comunicación, incluso los de farándula, para mercadear una imagen nítida del político que sueña con dirigir el país"

La singular campaña presidencial, trastocada por las medidas sanitarias adoptadas para controlar la pandemia del coronavirus, obliga a los candidatos a hacer hasta lo imposible con tal de lograr adeptos. Bailan el ritmo de moda, muestran sus vidas cotidianas y comparten fotos en paños menores en las aplicaciones digitales en busca de la aceptación popular, o al menos para que hablen de ellos y se conviertan en tendencias. Sus asesores aprovechan cualquier espacio en los medios de comunicación, incluso los de farándula, para mercadear una imagen nítida del político que sueña con dirigir el país. El problema es que la sociedad adolece de la falta de un debate serio en el que se planteen ideas para afrontar la crisis. Tampoco se pronuncian acerca de cómo resolver los problemas de empleo, salud, educación, o de qué manera revertir el pago de impuestos en servicios de calidad para la comunidad. La farandulización de la política es el resultado -y el germen, a la vez- de la ausencia de propuestas en un país que se va acostumbrando a que la corrupción campee y la justicia brille por su ausencia. La ciudadanía debe exigir eficiencia y transparencia a la clase dirigente, tan cómoda en la banalidad, pero tan ausente en los asuntos de Estado.