El ordenamiento social tiene “líneas rojas” cuando enfrenta amenazas externas e internas que conspiran contra la convivencia, e incluyen el narcotráfico, la corrupción, el lavado de activos, y la violencia mortal. Son el resultado de gobiernos e instituciones corroídas desde adentro; es el dominio del hurto y del revanchismo desenfrenado.

En las cárceles reina la barbarie. Hay poderes paralelos de terror, extorsión, insanidad, y, ahora, demandas de negociar de igual a igual. Al no existir esa posibilidad, la defensa de la seguridad nacional requiere desconectar progresivamente los vasos comunicantes que alimentan el problema. La agenda incluirá la relocalización y aislamiento geográfico de las cárceles, la separación de los reclusos, la calificación del personal y su permanente auditoría y vigilancia, los protocolos para las visitas, el trato, la alimentación, las atenciones médicas y la posibilidad de trabajo para los reclusos. Habrá tolerancia cero para las comunicaciones libres y tenencia de celulares, el tráfico de armas y de drogas. La experiencia de otros países será útil.

El arte de lo posible, como lo estableció Tomas de Aquino, es posible cuando se actúa oportunamente, con inteligencia y sentido de responsabilidad.