Abusos en abandono

El cinismo de los perseguidores es tal que, aun con sentencia de inocencia, se niegan a reconocer el daño que ellos causaron. Dicen que había que investigar y hacer justicia. ¿En qué otros casos se empeñaron tanto?

Al auxilio del desvalido surgen siempre voces de cobijo y batalla. Colectivos por los derechos humanos, por los niños, por las mujeres, por la diversidad de género y de sexualidad... Hay tantos defensores como causas. Menos cuando es el Estado de propaganda el que convierte a una víctima de persecución en un monstruo.

Si durante años hay centenas de publicaciones sistemáticas, apoyadas en el músculo financiero, difusor y ejecutor del Estado, que desdibujan a una persona, hasta esa misma persona empieza a dudar de sí misma. Incluso si sabe que ha sufrido innecesaria y excesivamente. Incluso si ha perdido un hijo en la cárcel por una paliza recibida por encargo.

Tal es el abuso y tal es el abandono que aunque pasen los años y llegue una reversión de la sentencia y una declaración de inocencia seguirá habiendo sombras o, en los casos más generosos, silencios. Pocos se atreverán a respaldar e incluso admitir haberse equivocado al juzgar a la víctima de persecución. Y por supuesto, habrá otros que, habiendo sido partícipes y conocedores, seguirán criticando. No sean cínicos. Si el Estado quería investigar lo que pasó en Quinsaloma y hacer justicia, ¿en qué otros casos similares puso tanto esfuerzo?