Ciudades sin ciudadanos

Así como no se concibe una democracia sin ciudadanos, tampoco es admisible ciudades donde quienes las habitan no ejerzan como tales.

Un interés permanente de diario Expreso son los temas que atañen al desarrollo de Guayaquil. La calidad de las instituciones públicas, de elección popular o no, la calidad de sus servicios, la calidad de vida, en fin, de sus habitantes, es objeto de su constante atención. Lamentablemente, no ocurre igual con la atención que sus moradores le dedican, aunque sean víctimas, de distintas maneras, de la mala gestión de sus administradores que, pareciera prefieren gobernar la ciudad día a día, sin tener un plan regulador que guíe su crecimiento y desarrollo.

Así, por ejemplo, Guayaquil huele mal en muchos sectores, perjudicando a quienes habitan cerca de ellos y liquidando cualquier posibilidad de abrir negocios, especialmente los vinculados a la gastronomía. Sin embargo, rara vez se oye la voz del conglomerado al que se lesiona. Una gran modorra cívica parece envolverlos, haciéndolos presa de una enorme apatía que impide evidenciar el reclamo, expresar el descontento.

Deseable sería, en beneficio de la comunidad, pero también de quienes la dirigen, que el pueblo aprenda a levantar su voz exigiendo las prestaciones a las que el pago de los impuestos les da derecho. Obviamente, para ello tiene que superarse la actual etapa de habitantes con cédula y recupera la condición de ciudadanos.